lunes, 8 de septiembre de 2014
Toño Abad
Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.
F. Nietzsche
Mientras razono y escribo estas líneas algún portavoz de Podemos -sí, todo hombres- seguro que despacha en alguna tertulia o pachanga informativa a diestro y siniestro. No cabe duda, el papel protagonista que están obteniendo en los medios de comunicación, al menos, es bastante cuestionable en cuanto a su representación de votos. Acepto el argumento de que colaboran en tertulias de televisiones privadas. Y como son privadas y sólo las mueve la rentabilidad económica -no el valor informativo social-, se puede apreciar que esas apariciones contínuas tienen un valor en euros enorme. ¿Quién paga esos formatos, invitaciones, entrevistas y tertulias? ¿es un regalo? ¿de quién? Esta es la breve historia de lo que ocurre cuando la casta empresarial se alía con cualquiera.
De los medios de comunicación a Podemos.
La memoria política es escasa por definición. No obstante vivimos en un momento frenético de noticias nuevas cada instante. Fragmentadas. Inconclusas. Para todos los públicos, y para cada público. La información nace, vive, se puede reproducir y finalmente muere. Suele considerarse que una información tiene una vida media de 24 a 48 horas. Después se olvida. Pero como todo es economía mercantil, para rentabilizar la información, surge la tertulia política. Una tertulia política en España puede estirar una misma información publicada durante meses, e incluso años, hasta dejarla exhausta. Es teoría pura de la información.
Allá por el 2004 en España se produjo una victoria electoral poco esperada. Jose Luis Rodriguez Zapatero llegó a la Moncloa en un momento difícil para la sociedad española. El gobierno de Jose María Aznar y su guardia de corps (Trillo, Aceves, Cascos) diseñaron una estrategia para evitar la presumible sangría de votos que iba a producir el atentado del 11M en Madrid y que les desalojara del poder, fruto de la indentificación del atentado con la participación unilateral de Aznar en la cumbre de las Azores.
Desde el minuto uno de la victoria electoral socialista de 2004 no hubo tregua. Probablemente el gobierno de Jose Luis Rodriguez Zapatero haya sido el más vilipendiado, insultado, degradado y deslegitimado de la historia democrática española. Ningún insulto ni descalificación fue jamás contestada: era la respuesta a la crispación política del talante del presidente del gobierno. Frente a un Aznar soberbio, un humilde Zapatero. Cambiaron las formas pero también cambió el fondo. España en poco tiempo se convirtió en un país a la vanguardia de los derechos: reconocimiento de la memoria histórica, leyes sucesivas de igualdad, aumento de las prestaciones y protecciones sociales, mejoras sustanciales de las pensiones, ley de matrimonio igualitario, reconocimiento de la dependencia, ley contra la violencia de género.
Daba igual. Todo se criticaba: el cheque bebé, ocurrencia de última hora. La ayuda a jóvenes la emancipación, un derroche. La ley de matrimonio igualitario: misa millonaria al canto. Desenterrar de las cunetas a los asesinados por el terrorismo franquista, una afrenta que no podía quedar sin venganza. Sacar la violencia de género de lo privado y convertirla en un asunto público: Zapatero era un sinvergüenza. Asumo que todos los cambios sociales tienen resistencia. Pero lo que le hicieron a Zapatero no tiene nombre. Inútil, ignorante, nefasto eran los piropos más suaves que le dedicaban.
La derecha produjo toda la clase de difamaciones. Desde las tertulias de sus medios se creó la doctrina de la falsedad: da igual que un hecho sea bueno para el ciudadano, si viene del gobierno socialista todo vale para degradarlo y convertirlo en malo para él y para la sociedad. A base de días y días de machaconas tertulias programadas desde Génova, grupos empresariales de dudosa trayectoria y alguna sacristía.
El I+D+I ridiculizado. El sector de las renovables, un lastre para el ciudadano. Las desaladoras eran las "nucleares del mar". Todo cuestionado. Daba igual que la estrategia económica del gobierno fuera cambiar el modelo productivo agotado del ladrillo por uno nuevo basado en la tecnología, las renovables y el respeto del medio ambiente. En tres meses de gobierno popular todo eso pasó a la historia. Vean sino su factura de la luz.
La socialdemocracia es siempre el objetivo a batir. Y para eso, generalemente se ponen de acuerdo derecha e izquierdas varias. Si por la derecha se tachaban de despreciables las medidas del gobierno, desde la izquierda de insuficientes. De ese descontento provocado artificialmente se han beneficiado todos (PP, CiU, ERC, Compromís, PNV, UPyD). Pero esto solo es el germen de lo que viene después.
En ese contexto arrecian los problemas. Estalla la crisis del sistema y absolutamente todo (hasta la caída de Lemman Brother's, la bajada del PIB de Alemania o el rescate de Irlanda) es culpa de ZP. La semilla del odio está plantada -les ha costado horas y horas de sesudas tertulias- y ya crece sola. Ante la imposiblidad de España de recuperar su soberanía económica (cedida durante años a Europa desde, por y para la derecha ¡esos si que se ponen de acuerdo!) o de proponer soluciones en solitario en un contexto imposible, con todo en contra, surgen movimientos ciudadanos de rechazo al gobierno. La historia del 15M es curiosa, la crítica al bipartidismo (argumento principal de IU) cala en la gente. Gana la derecha. En toda España. Nunca antes hubo tanto poder concentrado en un solo partido: ayuntamientos, diputaciones, parlamentos autonómicos y cortes generales. Y nunca con tal mayoría. Y Rajoy, perdedor por excelencia es elegido presidente del gobierno por incomparecencia del votante de izquierdas. Ya no hay bipartidismo. Ahora todo es monocolor.
Con un gobierno de corruptos dirigiendo las instituciones, la izquierda lo tendría muy fácil. Cuatro años para rearmarse ideológicamente, reconocer los errores, cambiar los cuadros dirigentes y ponerse de nuevo como alternativa. Es sencillo, tienen como ejemplo la primera legislatura de Zapatero para seguir la senda del reconocimiento y fortalecimiento de los derechos civiles. Y contraponer un programa al desmantelamiento de los servicios públicos que está llevando a cabo con total impunidad y sin contradicción el Partido Popular. Pero la cosa se complica. Aparece Podemos, movimiento político de masas, populista y demagógico.
Podemos es un monstruo.
Podemos quiere devorar a la izquierda. No tiene otro plan. Su estrategia es la misma que ha servido a Izquierda Unida durante los últimos años de la última legislatura de Zapatero. Atacar a la izquierda para pescar votos. Ahora Izquierda Unida sufre las consecuencias de sus propias acciones, porque le ha salido un hermanito gemelo que le come por los pies. Le siega la hierva a su paso. Bueno, no es nada que no hayan practicado ellos mismos antes contra el PSOE, por ejemplo. ¿E Izquierda Unida? Es casta y parte del régimen, dice Podemos. Es parte del problema. Ellos sabrán qué monstruos alimentan. Es lo que se denomina en teoría política la división de la izquierda. Irremediable, irresoluble e irreconciliable.
No hay ideas en el discurso de Podemos más allá de una crítica a la casta (que lo es todo) y al régimen (del que ellos sorprendentemente no forman ni han formado parte aunque sus dirigentes provengan directamente de él, de la asesoría y consultoría de partidos). No hay programa, ni discurso político. Hay antipolítica desde la política. Y tienen tribunas para lograr difundir su discurso. Se las ceden gratuitamente quienes quieren que la izquierda siga dividida para seguir gobernando para ellos. La casta empresarial. Podemos obtiene de ella un trato preferencial. Porque el discurso de Podemos (da igual el que tengan) desmoviliza más al electorado de izquierdas que cualquier denuncia, insulto o descalificación que se haga desde la derecha. Para colmo de la antipolítica Podemos y sus dirigentes se sitúan por encima del bien y del mal y arengan a sus simpatizantes para que repartan carnets de verdaderos socialistas, de gente de bien de izquierdas, que son ante todo y ante todos ellos. Cuando uno se cree que es la única solución al problema es que su visión no se corresponde con la realidad de las cosas. Si son ellos la verdadera izquierda, ¿dónde han estado todos estos años de recortes brutales del Partido Popular?
Podemos no abre una etapa. La cierra. Cierra la etapa más negra de nuestra democracia vista desde los medios de comunicación. Como el acoso y derribo a un proyecto político progresista y de derechos se degrada hasta convertirse en una “majadería de un inútil sin ideas ni ideología”. En ese contexto crece Podemos, con todo el viento a favor. En la irrelevancia de la socialdemocracia provocada desde la opinión dictada desde el odio y la mezquindad. Podemos es un instrumento de odio hacia la izquierda desde la propia izquierda. Ni es chavista ni es castrista y si lo es me importa poco. Lo que importa es que ha construido su pretendida legitimidad desde la mentira, el descontento falsificado, la hipocresía mediática y la falacia cultivada dedicadamente desde las ondas conservadoras en televisiones y radios. Podemos es un monstruo que surge de las tertulias de la derecha. De Jimenez Lo Santos a Carlos Herrera, de Intereconomía a 13TV, de la Razón al ABC. Han roto la socialdemocracia (que no se ha roto sola, no), han despilfarrado horas en antena deslegitimar a quienes han construido el sistema de derechos de este país, y ahora se recogen los resultados de esa opinión fabricada desde la intolerancia y la descalificación permanente.
Ahora probablemente se lleven unos y otros las manos a la cabeza. Pero es tarde. Podemos ya se prepara para devorarnos. Pero sus dirigentes "podemitas" tienen que saber que mi descontento no lo gestionan ellos. Mi descontento lo gestiono yo. Ni me adoctrinan en mi voto. Ese lo decido yo. Y mi enemigo se llama Partido Popular, que es con quien he perdido mi sueldo y mis derechos.
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