Los corruptos son del PP, pero dicen que se están quitando
Rajoy, que bastante hizo en su día con darle ánimos fuertes a Bárcenas,
no sabe, no contesta; no le parece relevante que esta corrupción se haya
producido después de las mil y una frases denunciando la corrupción
28/07/2015 - 20:13h
Resulta casi enternecedor ver cómo le crecen las ojeras a Pablo Casado
cada vez que tiene que salir a enjaretar mentiras con la penúltima entrega de
la corrupción del PP.
Antes de darse un baño en las aguas del Jordán patrio, Rajoy nombró una
flota de tertulianos jóvenes –por este orden–, para que fueran a las teles;
pero a esta nueva efebocracia sin corbata le están saliendo, en tiempo récord,
patas de gallo, Púnica tras Púnica, trola tras trola.
Ni los mariachis del PP son capaces de defender a un Granados
("volquete de putas"), a un José Miguel Moreno ("tocándome los
cojones, que para eso me hice diputado"); siendo Granados hombre de máxima
confianza de Esperanza Aguirre durante años y Moreno diputado en la Asamblea de
Madrid cuando controladora Esperanza estaba en el cénit.
Ni los muy cafeteros del PP en los medios, que son multitud, son
capaces de defender con solvencia las conversaciones entre los miembros
de esta enésima entrega de la trama corrupta –grasientas, chabacanas, matonas,
seguras de que eran impunes– y que la Guardia Civil nos acaba de contar con
palabras exactas: "financiación irregular" del PP.
Esa chulería de uña del meñique larga, ese rematar los negocios sin
"fijarse en las feas" (Granados); ese "bueno, tío, que me voy de
vacaciones, prepárame la pasta"(Moreno, de nuevo), retrata de forma
precisa la catadura de la gente de la que hablamos.
Martínez el facha (Saza, ¡vuelve!) es una zapatilla al lado de estos
truhanes en plantilla del PP, llenos de pulseritas, patriotas por la pasta y
que, por orden del mismo PP que ahora envía a jóvenes a las teles, se paseaban
antes entre risas (Granados) por los platós difundiendo la buena nueva pepera.
No se puede negar que los corruptos del PP defienden la familia con
uñas y confeti; con dientes y castillos hinchables, con medias lunas de Nocilla
y payasos para que los niños rían. Así Mato, como Granados, no dejan sin
amarrar ni un detalle para la fiesta de los niños; todo sin pagar, a cambio de
supuestas licencias de obra.
Rajoy, que bastante hizo en su día con darle ánimos fuertes a Bárcenas,
no sabe, no contesta; no le parece relevante que esta corrupción se haya
producido después de las mil y una frases denunciando la corrupción, cuando se
trataba de establecer que los tesoreros del PP eran del PP, pero se estaban
quitando; cuando todo era una conspiración contra el PP.
El caso es que a pesar de la aquiescencia entusiasta de tantos medios
por vendernos a Rajoy como Gran Timonel, como hacedor del gran milagro –milagro
estructural, sin precedentes: cómo tener trabajo y estar en la fatiga de lo
precario–, la salsa de ese relato no cuaja. Queda, tenaz, la evidencia de que
el PP se ha financiado irregularmente que así en Valencia como en Madrid, altos
dirigentes de este partido han formado una trama criminal de la que es
imposible que, por ejemplo, Aguirre –que despidió a un periodista de Telemadrid
(Germán Yanke) por hacerle una pregunta que a ella no le gustaba– no se haya
enterado. Menos escenificación impostada de rasgado de vestiduras y más
dimisiones.
El hundimiento popular
La trama Púnica escapó al ojo incansable de la Lideresa que todo lo
vigilaba. Andaba demasiado ocupada denunciando valientemente los abusos de
aquellos jubilados que hacían acopio de paracetamol
28/07/2015 - 20:14h
Como todo el mundo sabe, porque es la verdad verdadera, Esperanza
Aguirre destapó la trama Gurtel. Sin embargo, al parecer, la trama Púnica
escapó al ojo incansable de la Lideresa que todo lo vigilaba, como el ojo de
Sauron pero con más fuego y azufre.
Mientras ejercía como presidenta de la Comunidad de Madrid andaba
demasiado ocupada denunciando valientemente los abusos de aquellos jubilados
que hacían acopio de paracetamol sólo porque les salía gratis, o la vagancia de
esos maestros que apenas trabajan veinte horas a la semana o la caradura de
esos médicos del sistema público que luego se forran en el privado cuando
rematan sus turnos de 24 horas.
Cuando dejó el cargo de presidenta, para dedicarse a las carreras de
velocidad en circuitos urbanos, tampoco tuvo un minuto libre para indagar cómo
alcaldes y altos cargos de su partido saqueaban las arcas de muchos
ayuntamientos de Madrid. Se hallaba absolutamente concentrada en impedir que
España acabe convertida en Venezuela mientras rastreaba el TL de la cuenta de
Twitter de Zapata y decidía que más vale ser puta que nazi.
Cristina Cifuentes, la actual presidenta y anterior delegada del
Gobierno, tampoco se percató de cómo sus compañeros de partido saqueaban a los
madrileños. En su caso se encontraba completamente absorbida por la agotadora
tarea de montar dispositivos policiales y amontonar antidisturbios para
contener a las hordas revolucionarias que pretendían acabar con la democracia y
la marca España con la vieja excusa de ejercer el derecho de reunión y
manifestación.
Cuanto sucede en Madrid desde las municipales y autonómicas de mayo
recuerda cada vez más al estrepitoso hundimiento de un régimen. El hasta ayer
indestructible poder popular madrileño se derrumba catastróficamente bajo el
peso asfixiante de veinte años de corrupción, impunidad y abusos.
El Esperanzaaguirrismo ya no está de humor ni para desafiar al
marianismo desde los micrófonos de sus cadenas amigas. Para Esperanza Aguirre
mantenerse viva un día más ya supone una victoria. A Cristina Cifuentes sólo le
queda confiar en la capacidad de Ciudadanos para tragar con lo que sea para
mantenerla en el gobierno y sacar el máximo partido posible de su necesidad.
Si a alguno de ustedes le queda todavía alguna duda sobre cómo las
verdaderas razones para privatizar servicios públicos tienen mucho que ver con
facilitar el reparto de contratos y favores y la colocación de amigos y
militantes pero poco o nada que ver con la eficacia, la eficiencia o la
calidad, ahí tiene la trama Púnica para acabar de convencerse. Otra más.
Haciendo caja cuando se aplicaban a diestro y siniestro políticas de ajuste y
sufrimiento masivo porque habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades
y no había dinero ni para el alumbrado público. ¿Cuántas tramas más necesitan?
Paco para los amigos
Es grotesco ver con qué ímpetu se presentaba Granados en las
televisiones como un hombre de trayectoria intachable, profundamente molesto
con la corrupción del PP.
28/07/2015 - 20:14h
Francisco Granados, Paco para los amigos, era un político peculiar.
Simpático y hablador, un jeta, siempre era el último en abandonar los saraos.
Una vez fui a la copa de navidad que ofrecía la Comunidad de Madrid a los
periodistas; una cita que servía para coincidir con los miembros del Gobierno y
hablar de la situación política en un ambiente más distendido del habitual. El
último consejero en abandonar el local fue Granados. Al año siguiente no pude
ir, pero me contaron que también. Incluso en una ocasión en la que coincidí con
él en una comida con otras cinco o seis personas, creo recordar que glosó las
posibilidades nocturnas de Valdemoro y nos contó algunas de sus teorías sobre
las mujeres, que no voy a desarrollar aquí para no ofender. Desconozco si en
aquel momento ya tenía pinchado el teléfono, pero si alguna agente escuchó algo
similar, seguro que blasfemó y pensó lo mismo que yo. Siempre oí decir que al
exsecretario general del PP de Madrid le gustaba mucho la fiesta. Ahora sabemos
que tuvo que ser muy feliz, porque su vida era una juerga perpetua.
Francisco Granados, Paco para Esperanza Aguirre, perteneció a un
gobierno en el que se espiaban unos a otros. Fue precisamente en su casa donde
se grabó aquella conversación en la que comentaban que los guardias civiles que
habían negado los hechos ante el juez se merecían “un volquete de putas”.
Desconozco si Granados fue también receptor de algún volquete y de qué era,
pero en uno de sus cumpleaños había “2.500 euros en canapés y otras cosas que
se le llevaron”. Fueran lo que fueran esas “cosas”, no las pagó él. Según se
recoge en el sumario de la ‘Operación Púnica’, las fiestas en su casa de campo
las pagaba un empresario, que luego se presentaba a los concursos públicos y
los ganaba. Todos estarían deseando que Granados cumpliera muchos más…
El sumario judicial es un auténtico escándalo, grotesco, vergonzoso,
indignante. Pero no es menos grotesco recurrir a la hemeroteca para ver
con qué ímpetu se presentaba Granados en las televisiones como un hombre de
trayectoria intachable, profundamente molesto con la corrupción del PP. Es
alucinante recordar la vehemencia con la que negaba sus cuentas en el
extranjero.“Tenía una cuenta en Suiza –admitió–, pero la cerré antes de entrar
en política”. Un sábado, en ‘La Sexta Noche’, Granados se mostró molesto porque
por culpa de Bárcenas, estaban metiendo en el mismo saco a todos los dirigentes
del PP. Con un par. Ahora, nos dicen desde Génova que están “abochornados e
indignados” por este caso de corrupción.
Seguramente, han aprendido y por eso ahora han reaccionado con
contundencia y celeridad. Pero más abochornados e indignados estamos nosotros,
los ciudadanos, que no ascendimos a Granados a secretario general del PP de
Madrid ni a la Consejería más poderosa del gobierno regional. Nos dicen que
Granados ya tiene “cara de talego”. Pero no es suficiente. Hay también
responsabilidades políticas. Algo tendrán que decir los cazatalentos, los que
–aunque ahora lo nieguen– le llamaron Paco hasta el último suspiro.
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