Casi desde el primer día de la etapa socialista 2004-2011, se puso de moda decir, en cualquier lugar y de cualquier manera, que José Luis Rodríguez Zapatero era el peor presidente de la historia de la democracia. Se hizo un lugar común, que el interlocutor, ya fuera un taxista, una cuñada o un colega del trabajo, te soltaba a bocajarro, dando por supuesto tu asentimiento.
Recuerdo una ocasión en la que, por motivos laborales, hube de comer con un típico representante de la clase alta madrileña, un abogado, empresario y expolítico, en un restaurante caro del barrio de Salamanca en Madrid. No conocía a la persona hasta ese momento, pero a los pocos minutos de estar sentados en la mesa, me soltó que Zapatero no sólo era el peor gobernante de la democracia, sino probablemente el peor desde Fernando VII. Le respondí educadamente que a mí me parecía todo lo contrario, que era el primer presidente que se atrevía a abordar con valentía asuntos como el terrorismo de ETA, la memoria histórica, la cuestión catalana y los nuevos derechos civiles y sociales. Me miró como si fuera un marciano o un demonio y la política no volvió a salir en toda la comida.
El latiguillo de que Zapatero ha sido el peor presidente lo invocó la derecha política y mediática durante años. José María Aznar ya lo dijo en 2007. Y después de él muchos otros. Cristobal Montoro, con la autoridad y el prestigio que le da su talla intelectual, también lo afirmó. Hasta el cursi y relamido Francisco Camps lo repitió, añadiendo que además de ser el peor, Zapatero era mala persona. No sólo fue el PP. En la misma línea, Felip Puig, el secretario general adjunto de Convergència de la época, aseguró que Zapatero es el peor “por su ignorancia e irresponsabilidad”. De todos es sabido que el diario El País nunca tuvo en alta estima a Zapatero: parece incluso que el consejero delegado de Prisa utilizó el cliché en alguna ocasión. Con todo, la formulación más acabada de la tesis puede encontrarse en estedelirante editorial de La Gaceta.
El Mundo, siempre tan interesado en encontrar el fundamento científico de la noticia, encargó una encuesta en la que salía que el peor presidente de la historia era (redoble de tambores)… José Luis Rodríguez Zapatero. Muchos utilizaron el resultado de dicha encuesta para elevar el tono de sus insultos y ataques. Curiosamente, ahora quelos datos del CIS muestran que Mariano Rajoy obtiene puntuaciones más bajas que las de Zapatero, que la valoración del Gobierno se ha hundido, llegando a valores muy inferiores a los peores registrados por el Gobierno socialista anterior, todos aquellos aguerridos comentaristas y tertulianos de la derecha callan y pasan por alto los datos. Si quieren consultar los gráficos que demuestran la calamidad política del PP, pulsen aquí. Verán que el descrédito de Rajoy y su Gobierno no tiene precedentes en nuestra democracia.
Las razones de ese descrédito son cuatro y merecen mencionarse todas ellas sumariamente:
En primer lugar, la falta de resultados. El PP se presentó ante la opinión pública como el partido que conseguiría sacar al país de la crisis. Decía que todo era un problema de confianza, que Zapatero era la causa de nuestros males. Pero ellos llegaron al Gobierno a finales de 2011 y han “descubierto” que todo es un poco más complejo. De momento, la situación económica no ha mejorado. Después de casi dos años seguimos en recesión, el paro supera el 26%, la deuda pública crece a un ritmo vertiginoso, la banca ha sufrido un rescate y siguen cerrándose empresas porque el crédito no llega.
En segundo lugar, las políticas erradas. Mientras el PP utiliza dinero público para salvar a bancos en apuros, aumenta la dosis de la austeridad en las políticas de gasto. Los recortes están teniendo consecuencias trágicas (por ejemplo, en cuestión de atención y ayudas a dependientes), ponen en peligro nuestro precario Estado del bienestar, comprometen nuestro futuro con el desmantelamiento del sistema de I+D+i y retrasan la recuperación económica. El Gobierno hizo mal la reforma financiera, que llevó a la crisis de Bankia, poniendo la prima de riesgo (que, como dijo con tanto tino Soraya Sáenz de Santamaría, "se llama José Luis Rodríguez Zapatero”) en niveles insostenibles, por encima de los 600 puntos, que amenazaban no sólo a España, sino a toda la eurozona. Fue la intervención límite del Banco Central Europeo lo que arregló el desaguisado monumental creado por el Gobierno español. Por otro lado, este Gobierno ha incumplido sus más importantes promesas electorales, sobre todo las fiscales. Dijo que nunca subiría los impuestos y los ha subido más que ningún otro Gobierno. Y por si lo anterior no fuera suficiente, ha reintroducido sin complejos el sectarismo y la manipulación de la televisión y la radio públicas.
Un partido corrompido hasta los tuétanos
En tercer lugar, unos ministros incapaces. ¿Se acuerdan de las mofas sobre “las ministras florero” de Zapatero? ¿Las alusiones sarcásticas a un Ejecutivo sin preparación? La verdad es que se echa de menos parecidas ingeniosidades con los actuales ministros y ministras. La cantidad de bromas que podrían hacer todos esos periodistas reaccionarios sobre la ministra de Sanidad, Ana Mato, esa gran profesional experta en sanidad; o sobre los parlamentos incoherentes del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y sus groseras mentiras sobre la amnistía fiscal de Luis Bárcenas; o sobre las invocaciones a la Virgen del Rocío de Fátima Báñez para echar una manita con el paro. Por no mencionar al inefable ministro de Educación, José Ignacio Wert, el primer tertuliano que llega a ministro en España, con los resultados por todos conocidos.
En cuarto lugar, la corrupción sistémica en el Partido Popular. Qué mala suerte que justo cuando el PP recupera el Gobierno de España tras siete largos años de penitencia opositora por haber mentido descaradamente a raíz del peor atentado terrorista de toda nuestra historia, explote el escándalo Bárcenas. Resulta que el Partido Popular lleva más de dos décadas financiándose ilegalmente, recibiendo donaciones de grandes empresarios y constructores que violan la Ley de financiación de los partidos. Gracias a la contabilidad en B, se han podido repartir sobresueldos a los principales dirigentes, entre ellos al actual Presidente del Gobierno. El partido que era incompatible con la corrupción está podrido por dentro.
Hemos llegado a un punto en que el Gobierno de Mariano Rajoy es un motivo de vergüenza para la sociedad española. Está hundiendo nuestra reputación internacional. No puede gobernar un país el presidente de un partido corrompido hasta los tuétanos, y menos en una situación de crisis. Si me dejara llevar por los impulsos de nuestra derecha, acabaría concluyendo este artículo con la afirmación lapidaria de que este es el peor Gobierno de la historia. Pero sería una exageración. Tan sólo es uno de los peores, desde luego mucho peor que el del señor con nombre de prima de riesgo.
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