Podemos es un producto televisivo, entendido como producido por ciertos medios de comunicación, dispuesto a asaltar la primera línea política. Comprendo la simpatía que producen ciertas escenas de la pequeña pantalla. Sobre todo cuando te dicen lo que esperas escuchar y cuando se escenifica un debate subido de tono contra algunos tertulianos menos afines ideológicamente. Además, hay que reconocer el talento que tienen para describir, jugosamente, el sufrimiento que vive la sociedad española.
Pero otra cosa es la capacidad de gobierno que debe tener cualquier formación política con aspiraciones mayoritarias. En las últimas semanas, Podemos se ha replanteado alguna de sus principales propuestas: por ejemplo, el impago de la deuda pública. Esa medida era un auténtico disparate. Pero han jugado con la audiencia durante varias temporadas televisivas vendiendo esa medida como la estrella polar de la salida de la crisis. Y no es cierto. Lo que ocurre al día siguiente de no pagar la deuda es que dejan de cobrar los maestros, dejan de cobrar los médicos,… y la factura la termina pagando la clase media, los trabajadores.
Otra de las medidas que empiezan a replantearse es la famosa renta básica universal. Nos la vendieron como imprescindible para la libertad individual del ciudadano, pero lo cierto es que es muy injusto que el mismo derecho a esa renta lo tenga Amancio Ortega -dueño de Inditex- que un joven precario o un padre desahuciado y con hijos. Incluso mucha gente dejaría de trabajar, dañando enormemente a la competitividad, la educación y el esfuerzo. Estos beneficiarios pasarían a ser simples dependientes del Estado con los efectos que esto puede generar en el sistema democrático. Y por si no fuera poco, esta medida supondría un gasto tan inasumible que impediría la financiación de cualquier servicio público. Es decir, la factura también la terminaría pagando la clase media, los trabajadores.
Es ahí, en la viabilidad de las medidas que se proponen, donde está la capacidad para responder a los desafíos de esta crisis. Pero el cambio de posición en sus grandes apuestas les descubre: han pasado de “Podemos” a “veremos”. Y es que no se pueden plantear respuestas mágicas a problemas tan serios.
La opinión sobre el panorama político en las tertulias es una cosa, y la gestión del Gobierno de un país con 47 millones de habitantes y con más de 1 billón de dólares de PIB, es otra. Son muy diferentes. La televisión es el medio con más difusión que existe, pero seguramente también sea el más aparente. Sobre todo cuando se crean personajes con guiones ensayados y utópicos.
La ficción impide que un enfermo se ponga en manos de un médico de Hospital Central, por mucha admiración que le tenga al personaje de la serie televisiva. Tan injusto sería comparar a un tertuliano con un actor de series, como otorgarle ciertas capacidades de gestión política, que a mayor abundamiento, jamás han sido demostradas.
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