Manuel Arias
En junio de 2012, Mariano Rajoy protagonizó una de sus mentiras más sonadas. Presumió de que España no había sido sometida a un rescate y consiguiente intervención económica. Simplemente había cerrado un "gran negocio". Un préstamo de 100.000 millones de euros que generaría ingresos para las arcas públicas por el cobro de intereses a las entidades financieras que se beneficiasen del mismo. Entonces, sabíamos que engañaba. Casi 3 años después, comenzamos a ver el alcance de su mentira.
Por supuesto, España tuvo que aceptar condiciones por el rescate. Por supuesto, muchos de los injustos y absurdos recortes aplicados desde entonces tienen su origen en el acuerdo con Bruselas. Qué más da lo que mintiese Rajoy sobre este particular: los “hombres de negro” de la Troika visitaron España y controlaron a sus ministerios y su ejecución presupuestaria. Era una mentira con las patas cortas. La cazamos enseguida. Pero nada cambió. Siguieron mintiendo y negando la realidad.
La segunda mentira, la del “negocio” del rescate, la tuvo que atemperar, apenas 24 horas después, su poco menos mentiroso ministro de Economía, Luis de Guindos, quien rebajó las expectativas del “negocio” pero siempre quiso colocarnos la trola de que el dinero se iba recuperar. Que no era una ayuda, que era un préstamo con todas las garantías. Mentira y gorda.
Ahora, en un primer balance de lo sucedido, sabemos que las ayudas a la banca y cajas totalizaron 76.000 millones de euros, de los que 61.500 se destinaron a inyectar capital a las entidades intervenidas; otros 9.580 millones se repartieron entre estas entidades para compensarles por la pérdida de valor de las hipotecas e inmuebles que, temerariamente, acumulaban en sus balances; otros 1.800 millones para compensarles por las preferentes que comercializaron temerariamente y otros 1.000 millones en conceptos varios. Además, la Sareb, el famoso banco malo creado para aliviarles de sus activos tóxicos, se embolsó otros 2.000 millones de euros de fondos públicos.
De todo esta ingente montaña de dinero, tan sólo se ha recuperado, pásmense, 3.266 millones, 2.666 del dinero inyectado por el FROMB y otros 600 por el resto de conceptos. Además, sin pudor, sin recato, el Gobierno da por perdidos directamente, hasta la fecha, 30.600 millones de euros del rescate, y se duda, aunque todavía no se quiere reconocer oficialmente, que se pueda recuperar alguna cantidad significativa de los casi 43.000 millones que aún están en el aire, ni recuperados ni definitivamente enterrados.
A cambio, varios bancos se han adjudicado a precios de saldo enormes redes de oficinas bancarias, al adquirir a precio de ganga sucursales y carteras de clientes con millones de ahorradores y cuentas bancarias. A cambio, la Sanidad y la Educación, así como los Servicios Sociales o las Prestaciones por Desempleo, se han resquebrajado y han visto reducidos sus presupuestos hasta el propio hueso, dejando desamparados a millones de españoles.
Con todo, lo grave no es la mentira. Lo grave no es que nos hayan robado a todos los españoles 73.000 millones de euros en números redondos. Todo esto es muy grave, pero es todavía más grave que nadie haya acabado en la cárcel, pobre compensación a una sociedad que se ha empobrecido hasta la miseria con su avaricia. Al contrario, disfrutan de jubilaciones de oro, de blindajes multimillonarios, de la complicidad de un gobierno que no sólo no les ha exigido responsabilidades, sino que alegremente, usando el dinero de todos, les ha tapado sus vergüenzas.
Pero a los demás no nos podrán tapar la boca. Algún día, cuanto este Gobierno cómplice abandone el poder, podremos saber la verdad. Y exigir responsabilidades a los culpables de la quiebra de un país. O no tendremos derecho a llamarnos hombres y mujeres libres y soberanos. Seremos súbditos.
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