Pablo Iglesias, líder de “Podemos”, es el mejor ejemplo y la consecuencia
más evidente del estrepitoso fracaso que la educación española ha
cosechado a lo largo de las últimas décadas. Que alguien que ostenta el título
de profesor universitario deje entrever sin sonrojarse que el terrorismo de
ETA, “por tener causas políticas”, pueda ser más entendible o más justificable
es un claro ejemplo del estercolero ético y de la indigencia
intelectual en la que habita buena parte de la izquierda española. Es como
si el nazismo, el estalinismo o el islamismo, o tantos otros totalitarismos,
por haberse levantado sobre unas determinadas construcciones filosóficas o
políticas, fueran más comprensibles, más “respetables” o más aceptables. El
argumento de Pablo Iglesias no solamente es moralmente falsario sino que,
además, resulta incongruente desde todo el punto de vista. ¿Qué tiene que ver
la política con asesinar a alguien con un tiro en la nuca?, ¿Cuál es la
relación existente entre una determinada ideología y la colocación de un coche
bomba con el que asesinar a decenas de personas? Solamente los terroristas y
los psicópatas más despiadados creen que sus crímenes, por estar presuntamente
avalados por unas siempre difusas proclamas políticas, son menos crímenes,
menos indecentes, menos execrables o menos abominables.
Pablo Iglesias, acostumbrado al pesebre de los regímenes totalitarios
venezolano o iraquí, no duda en argumentar como los miserables que le dan de comer.
Transmitiendo sutil o mendazmente la idea de que siempre hay una causa
“decente” detrás de las bandas terroristas que actúan contra los valores
occidentales, se posiciona junto a tantos miserables como abundan en España
especializados en aprovecharse de nuestro sistema de libertades, de nuestro
estado del bienestar, de nuestras “leyes burguesas” y de nuestro irrenunciable
derecho a la libertad de expresión, para tratar de promover una agenda oculta
de iniciativas y objetivos que tiene más que ver con la revolución
bolivariana que con la búsqueda del desarrollo, el progreso y el
bienestar para todos los ciudadanos.
La izquierda sectaria, excluyente, barriobajera y populista que tan
bien representa la figura más visible de “Podemos” no se cansa de exigir
guillotinas para quienes se pasean por escenarios como el del Ritz. Y
lo hace desde un territorio presuntamente impoluto (donde ha sido instalada por
algunos de los medios de comunicación más rastreros que hay en Europa), en el
que que el término diálogo se santifica como una panacea casi mística, en el
que se identifica como “fascista” a todo aquel que se atreve a disentir de su
pensamiento único presuntamente progresista y en el que las más inmensas
necedades morales e intelectuales, a fuerza de repetirse incesantemente, acaban
convirtiéndose en pretendidas verdades colectivas.
Pablo Iglesias es un fanático de estómago agradecido. Pero, sobre todo, es
un ignorante fruto de una universidad domeñada por un pensamiento
pretendidamente de izquierdas tan vacuo como demoledor, tan vacío como
corrosivo. Porque hay que ser un auténtico idiota moral para comparar el
terrorismo de ETA con una enfermedad como el cáncer ("Puedo hablar del
cáncer, pero hablar del cáncer no implica que yo esté de acuerdo con el
cáncer"). O, peor aún, hay que tener muy poca vergüenza intelectual para
tratar de analizar cualquier tipo de actividad terrorista desligando ésta de
sus perpetradores ("Teniendo claro mi rechazo y mi condena a actos que
arrebataron la vida a cientos de personas, trataría de comprender las claves
políticas fundamentales del terrorismo etarra”). Condenar los actos terroristas,
pero no a sus actores (que, claro, lo son “por motivos políticos”), es algo que
los nacionalistas vascos y la izquierda hace habitualmente con
respecto a ETA. Solamente de este modo, los terroristas y los amigos de los
terroristas, los que hacen el “trabajo sucio”, pueden ser considerados como
personas respetables a las que hay que atender y respetar en sus derechos.
Pablo Iglesias y los suyos dicen condenar las muertes provocadas por el
terrorismo, pero ignoran a los asesinos, y estos asesinos, cuando son detenidos
y juzgados, encuentran en Pablo Iglesias y los suyos amparo, justificación
y defensa. Y mientras se pasean por el Hotel Ritz, se sienten
orgullosos de ello.
Raúl González Zorrilla.
Director de La Tribuna del País Vasco
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