LOS ERES QUE
HE SUFRIDO (el 1º en Telefónica)
Cuando allá
por el año 1999 los EREs en Telefónica eran cosa habitual, encontré la forma de
salir de aquella empresa donde tener el pie de alguien en el cuello era una costumbre
casi familiar.
Recuerdo que
cuando me apunte al ERE porque ya tenía otro puesto de trabajo con precontrato
firmado, fui a recursos humanos de Barcelona a firmar los documentos que eran
necesarios. Antes de la firma pregunte a uno que me atendía si podía hablar con
el jefe de recursos humanos. Me mando a hablar con la secretaria del jefe para
ver si podía recibirme. Tuve suerte y me recibió.
Nada mas
entrar y antes de que abriera la boca se levanto de la silla y se fue a mirar
por la ventana. Me preguntó sin mirarme a la cara que era lo que quería. Le
dije que había sabido por otros compañeros que en lugar de ir al ERE podía
pedir un despido improcedente para así no tener que declarar el importe de la indemnización,
ya que era una miseria y de esa forma al año siguiente podía evitarme pagar
casi un cincuenta por ciento de lo que me tocaba recibir por el ERE. Ni se
digno mirarme a la cara, para decirme acto seguido que eso era imposible. Le
dije que varios compañeros se habían ido así y que otros me habían comunicado
que a ellos se lo estaban arreglando de esa manera. Volvió a repetirme sin
moverse de la venta y mirando a la calle que no podía ser y que ya estaba todo
dicho. Me levante de la silla y salí del despacho de alguien al que conocí
alguna vez en otro nivel. Aun no entiendo porque no se digno a mirarme. Que yo sepa
en ningún momento le falte al respeto.
Recuerdo que
aquel individuo había asistido conmigo a unas clases de contabilidad preparando
una oposición para algún puesto en la empresa, y que alguna vez habíamos
hablado de fútbol con otros compañeros cuando aun no le habían puesto la
"gorrilla" de jefe.
Es evidente
que le recuerdo con una mezcla de lastima misericordiosa y unas gotas de humana
compasión. Se había convertido en lo que siempre he detestado y él no se había
dado cuenta o al menos eso es lo que a mí me pareció en aquel momento. Hoy sigo
teniendo lastima por semejante personaje.
El siguiente
ERE lo viví de forma distinta en Madrid, en una empresa de Telecomunicaciones
en la que mi puesto de trabajo requería contratación de personas tituladas técnica
y jurídicamente. Todas esas personas en
numero de 24 estaban repartidas por todas las CCAA y requerían una experiencia
en el puesto para ejercer sus funciones y tareas. Era mi equipo y trabajaban
como auténticos campeones. Catorce hombres y diez mujeres que hacían posible
que los emplazamientos de nuestras redes estuvieran a punto para el servicio.
Un día la
principal inversora dijo que no invertía mas y nos dejo tirados como una
colilla. Había que despedir a mucha gente y como no a mi me toco ir uno por uno
diciendo a todo mi equipo que se acababa el trabajo y que todos teníamos que
irnos, esta vez, sin precontrato que parara el golpe. Fue una masacre y muchos
de ellos me pedían que constituyera una empresa que ellos se venían a trabajar
conmigo. No pudo ser. Cada uno de aquellos hombres y mujeres son trabajadores y
profesionales de primera línea, abogados y técnicos superiores. Ahora me gustaría
saludarlos y hablar con ellos y ellas. Saber cómo les ha tratado el tiempo y la
vida. Se merecen lo mejor.
Un tiempo después
me encontraba trabajando en el departamento de recursos humanos de Auna, otra
empresa de telecomunicaciones. Al poco de llegar, un ERE por el que había que
despedir a bastantes empleados de las cableras de las comunidades autónomas. Me
toco ir comunicando la inclusión en el ERE de bastantes compañeros. Una gestión
inhumana viendo como estaba en aquello momentos el mercado laboral sin ninguna
alternativa de encontrar trabajo y con un horizonte lleno de problemas
laborales a cualquier nivel. Fue una escabechina. Y en recursos humanos la
vivimos en primera persona con algunas bajas no por anunciadas no previstas. Cuando
tenía que hablar con alguno de ellos se me hacia un nudo en la garganta. Les
comunicaba su despido y no había otra alternativa. No conocía a casi ninguno
porque eran de otras provincias pero yo si era el mismo en cada conversación.
En un momento
determinado, aparecieron varios fondos que querían comprar la empresa. Se
hicieron reuniones y cuando todos creíamos que sería vendida a un fondo que
respetaba toda la estructura de la empresa, en el último momento apareció otra
empresa de telecomunicaciones, ONO y nos compró. La tragedia volvía a planear
sobre toda la plantilla. En unos meses empezó de nuevo la escabechina. Allí no
iba a quedar nadie. En recursos humanos fui de los últimos en salir. Y fue una salida
nada traumática. Me pasaron a una empresa de servicios con las mismas condiciones
que tenía en ONO y ahí estuve hasta que a esa empresa la compró otra con mas
plantilla y menos experiencia.
Fue el
momento de decir adiós al mundo laboral. Mi edad me permitía jubilarme
anticipadamente y no me encontraba con ganas de seguir luchando. Ya había tenido
bastante. Me fui a recursos humanos de la nueva empresa les pedí que me
arreglaran el despido. De esa forma ellos se quitaban a una persona de edad y
yo por fin podía descansar.
Veo a veces
en las películas como, cuando una persona que ha estado trabajando a lo largo
de su vida cuarenta y nueve años y siete meses, se jubila, los compañeros le
hacen algún regalo y recibe de ellos la consideración que merecen. No fue mi
caso, pero he de decir que tampoco lo añoro. Los compañeros de viaje que he tenido
en esas empresas se pueden contar con los dedos de una mano y me sobra alguno. Compañeros
con mayúsculas. Personas en las que confiar muy pocas y de las otras a
montones.
De todos los
EREs que he vivido. unas veces como carne de cañón y otra como artillero,
recuerdo caras amables, otras infames, alguna en particular miserable, pero me quedo
con las de mis mujeres y hombres que formaban el equipo de emplazamientos de
Alo, o con mis compañeras y compañeros de Auna.
En ONO a las personas de recursos humanos que vivimos hasta el último
momento juntos el ERE.
Mi vida
laboral toco a su fin, y me quedo con los buenos recuerdos para sentirme cada día
mas humano.
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