jueves, 29 de noviembre de 2012

CATALUNYA Y ESPAÑA TRAS EL 25N (de necesaria lectura para todos/as)

Vicenç Navarro analiza de manera magistral las consecuencias y el por qué del terremoto electoral del pasado día 25 de Noviembre en Catalunya.


Nos indica paso a paso quienes son los que manejan los diferentes nacionalismos y las distintas ideologías y a quienes se deben y el porqué de esa servidumbre  De la misma manera también nos muestra la forma en que las izquierdas podrían dar esa vuelta de tuerca que necesita Catalunya y España para vencer una crisis que se encamina a destruir la sociedad tal y como la conocemos. La sociedad que ha costado muchos sacrificios durante años y años y que la derecha neoliberal y lacaya del capital esta destrozando por momentos.

Señala que solo una unión del voto de izquierdas en un frente común podrá hacer que la sociedad mayoritariamente de izquierdas recupere y conserve los derechos sociales y el estado del bienestar que el neoliberalismo del PP y de CiU, de las derechas en general, nos están quitando a pasos agigantados.  

¿Qué pasó en las elecciones catalanas?

29nov 2012

Vicenç Navarro

Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
Un comentarista bien conocido en los medios de mayor difusión de las cadenas públicas de la Generalitat y del diario ARA, el independentista Toni Soler, alentaba a las personas de izquierda en Catalunya a que votaran partidos a favor de la independencia de Catalunya, argumentando que ésta y sus instituciones representativas (incluida la oferta electoral) estaban más a la izquierda que el resto de España. Concluía con ello que, si Catalunya fuera independiente, podría realizar su potencial reformador, ofreciendo mayor capacidad de influencia a las izquierdas catalanas que sí continuaban siendo parte de España.
Tal observación, sin embargo, no se corresponde a la realidad mostrada por los datos. El arco ideológico parlamentario –es decir, la diversidad ideológica dentro de espectro político representado en el Parlament— es más limitado que el existente en las Cortes Españolas. Y las izquierdas están menos representadas hasta ahora en el Parlament que en las Cortes Españolas.
Y definamos primero qué quiere decir ser de derechas y qué quiere decir ser de izquierdas. Y para ello tenemos que ver los instrumentos tradicionales que las distintas clases sociales en la mayoría de países de la Europa Occidental han tenido a su alcance para defender sus intereses. Las derechas en Europa son partidos conservadores, partidos cristianodemócratas o partidos liberales fundados por losestablishments financieros y empresariales y/o por la Iglesia para defender sus intereses intentando movilizar las clases populares a su favor, mediante ideologías nacionalistas conservadoras y/o la ideología cristiana.
Y Catalunya no es una excepción. Divididas entre el PP (de ideología españolista) y CiU (de ideología catalanista), las derechas han llevado a cabo, en las áreas económicas y sociales, políticas basadas en priorizar los intereses económicos de aquellos establishments económicos y financieros. En realidad, los equipos económicos del gobierno CiU hoy están incluso más comprometidos en sus políticas de reformas laborales regresivas y recortes sociales que el PP. La ocupación de la Consejería de Sanidad por el que fue jefe de la patronal hospitalaria privada, es un claro indicador de ello. No es sorpresa, pues, que esta formación política gobernante esté claramente entrelazada con intereses financieros y empresariales que financian tal partido gobernante. Los supuestos casos de corrupción que se están investigando son claro indicador de ello.
Los intereses de clase que ambos partidos, PP y CiU, representan quedan ocultados por la temática nacionalista que ambos utilizan y por la línea argumentativa que siguen, ampliamente reproducida en los medios públicos de la Generalitat (Catalunya Ràdio y TV3), abusivamente instrumentalizados por la coalición gobernante de Catalunya, CiU. Ambos partidos, CiU y PP, tienen escasa cultura democrática (escasez más acentuada en el PP que en CiU), que se refleja en la limitadísima diversidad ideológica de tales medios, los cuales son financiados por la población que paga impuestos (la mayoría de la cual no les vota). En Catalunya, CiU es el partido más semejante que existe en España a la democraciacristiana y a la derecha italiana, teniendo un arraigo en la sociedad civil a base de políticas clientelares. Ven el Estado de Catalunya como de su propiedad. Y tiene un enorme poder e influencia sobre el sistema judicial, influencia compartida en Catalunya con el PP. Los retrasos en la resolución de casos de presunta corrupción, como el bochornoso caso Palau, refleja tal influencia. Su influencia también la consigue a base de pagos y apoyos financieros a los medios, siendo el caso más notorio La Vanguardia, de la familia Godó, que ha recibido recientemente, de nuevo, casi 6 millones de euros del gobierno Mas (según ha informado el altamente creíble El Triangle) habiendo sido el diario más pro-Mas que existe en España, cambiando su lealtad editorial, pasando del PP a CiU, resultado de tal abundante financiación pública, percibida como donación por servicios prestados.
Los dos nacionalismos conservadores
Los dos partidos dominantes, PP y CiU, son profundamente nacionalistas y conservadores. CiU es, en realidad, una coalición de dos partidos, CDC y UDC. UDC y PP (próximos ambos a la Iglesia) pertenecen a la misma familia política europea, el Partido Popular Europeo. CDC es un partido liberal que pertenece a la Internacional Liberal, que representa la sensibilidad más derechista en las esferas económicas de la UE. La mayoría de personalidades que dirigen la gobernanza del euro y del Banco Central Europeo, el BCE, pertenecen a tal postura político-económica, desarrollando las políticas que están causando una gran recesión en la Eurozona a base de insistir en medidas de recortes y de austeridad. Tal sensibilidad también se presenta en el equipo económico del partido gobernante en España, más próximo a la sensibilidad liberal (en el área económica, neoliberal) que a la demócrata cristiana.
El nacionalismo españolista
Su nacionalismo les sirve para intentar movilizar a sus bases electorales. El nacionalismo del PP es el heredado de la dictadura, que transmitió una visión de España uniforme y centrada en Madrid. Tal nacionalismo españolista es intolerante a la diversidad y no acepta la plurinacionalidad de España. Se presenta como el defensor de la “unidad de España”, mensaje que facilita la movilización electoral de sectores de la población en Catalunya y muy en particular aquellos sectores que proceden de otras partes de España, porcentaje muy elevado entre la clase trabajadora en Catalunya. Tal movilización es también respaldada en el mensaje anti-inmigrante, explícitamente utilizado por el PP, para conseguir el voto obrero. El PP se presenta siempre como el defensor de la unidad de España (y también de su “calidad étnica” queriendo expulsar al inmigrante). Esta estrategia está siendo altamente rentable electoralmente, pues el PP está creciendo en los barrios obreros de las ciudades catalanas. Una de las ciudades más importantes de Catalunya, con fuerte implantación de la clase trabajadora y con un elevado porcentaje de población inmigrante, Badalona, está gobernada por el PP (con el predecible apoyo de CiU). En las elecciones del pasado domingo, el PP pasó de conseguir el voto del 7,2% del electorado (que incluye la población que votó y la que pudiendo votar no lo hizo) en las últimas elecciones autonómicas, al 9%, siendo en los barrios obreros, donde hay mayor número de inmigrantes, donde aumentó más su voto.
El otro grupo nacionalista español que reprodujo tal visión uninacional de España fue Ciutadans, que subió de un 2% del electorado a un 5,2%. Ciutadans es la otra visión del nacionalismo españolista, distinta a la del PP, al cual se le identificó con el conservadurismo social y político poco atrayente al trabajador españolista, que siente hostilidad hacia el soberanismo que confunde con el independentismo. No es sorprendente, por lo tanto, que Cs creciera más acentuadamente en los barrios obreros, como Nou Barris, de habla predominantemente castellana. Su presentación (con grandes ambigüedades) como partido progresista, con tintes pro-clase trabajadora (apoyó la Huelga General última, sin participar en ella) le hace atrayente al votante que antes apoyaba al PSC. Es el partido que utiliza con mayor frecuencia el castellano en sus intervenciones públicas, lo cual explica que atraiga también votos en los barrios más pudientes de las poblaciones urbanas que se consideran liberales en su posicionamiento en temas sociales y no se encuentran cómodos apoyando al PP debido a su profundo conservadurismo. En total, el voto a favor del nacionalismo españolista (PP+Cs) consiguió sólo el 14,2% del electorado.
El nacionalismo catalanista
El nacionalismo, a CiU, le es particularmente útil, pues le permite atribuir el enorme subdesarrollo del Estado del Bienestar catalán (el gasto público social por habitante es de los más bajos de la UE-15) al famoso “expolio” de Catalunya por parte de España. El hecho de que la crisis esté teniendo un impacto devastador en el bienestar de las clases populares en Catalunya (clase media y clase trabajadora) se atribuye al crecimiento del “expolio” y a la hostilidad hacia Catalunya por parte del Estado español, gobernado por el Partido Popular, mensaje que es constantemente reproducido en los medios públicos de información, controlados en su inmensa mayoría por CiU. La batería de intelectuales afines a tal partido político, tales como Joan B. Culla, Salvador Cardús, Manel Fuentes, Mònica Terribas y una larga lista de columnistas, constantemente se refieren a voces profundamente conservadoras españolas como José Bono, Fernando Savater, Mario Vargas Llosa, Federico Jiménez Losantos, y un largo etcétera, como representativas de España. Estas últimas voces son las mayores productoras de independentistas en Catalunya, voces que predeciblemente tienen una gran visibilidad en los medios de información influenciados por el nacionalismo catalanista. El hecho de que Izquierda Unida, el tercer partido de España, votara hace unas semanas en las Cortes a favor del “derecho a decidir de Catalunya” fue deliberadamente ignorado por estos columnistas y por aquellos medios. La España presentada mediáticamente en los medios públicos de la Generalitat es la España centralista, ofensiva a Catalunya, antipática. Cualquier otra España distinta a esta España no existe a ojos del nacionalismo catalanista. Este silencio hacia “la otra España” se debe, no sólo a una manipulación, sino a un profundo anti-izquierdismo que caracteriza a las derechas catalanas. Las izquierdas reformistas españolas (la génesis para desarrollar otra España) no existen para CiU ni para sus intelectuales.
Esta intelectualidad nacionalista conservadora tiene un gran poder debido al control que los partidos nacionalistas tienen en los aparatos mediáticos públicos de la Generalitat y afines. Tal establishment mediático-político es lo que en inglés se llama “clubish”, es decir, muy cerrado en sí mismo y con poco contacto con la realidad popular del país. Fue tal establishment el que se llevó el mayor batacazo el domingo, pues todos ellos habían profetizado la gran victoria del presidente Mas en su apuesta por la independencia, como si fuera un cheque en blanco. En realidad, la mayor pérdida de votos la sufrió CiU, perdiendo 90.489 votos (pasando de recibir 1.202.830 en 2010 a 1.112.341 en 2012), pasando de un 22,4% del electorado en 2010 a un 21,2% en 2012.
Las izquierdas en Catalunya
El partido mayoritario de las izquierdas en Catalunya ha sido históricamente el PSC, que es un partido federado con el PSOE. Su fundación es resultado de una alianza de los instrumentos políticos existentes en la clandestinidad antidictatorial, caracterizados por un reformismo socialdemócrata entre sectores profesionales y un socialismo de clase trabajadora enraizada en el sindicato socialista UGT, entonces clandestino, y en la sección catalana del PSOE, también clandestina. El PSC, fruto de esta alianza convertida en unión, ha sido el mayor instrumento de la clase trabajadora en Catalunya durante el periodo democrático y alcanzó su cénit en el periodo de gobierno tripartito, cuando gobernó en Catalunya aliada con ICV-EUiA y ERC.
Su descenso electoral no se debe, como constantemente indica su componente profesional (definido como catalanista) por su supuesto abandono de su sensibilidad catalanista, sino a su abandono de sus principios socialdemócratas, al incorporar, en su respuesta a la crisis, las políticas neoliberales también desarrolladas por el gobierno Zapatero. Ésta es la mayor causa del declive del socialismo español, incluyendo el catalán, en toda España. Y tal partido, sorprendentemente, no ha hecho ninguna crítica de aquellas políticas que llevaron a cabo y que dañaron a las clases populares. Cada una de las políticas que está siguiendo el gobierno de Rajoy fueron iniciadas por el gobierno de Zapatero. El hecho de que el gobierno de Rajoy haya profundizado enormemente en cada una de estas políticas, no niega que fueron comenzadas muchas de ellas en la época Zapatero. El socialismo español ha perdido apoyo popular debido a su identificación con tales políticas. En este sentido, sorprenden varios hechos:
1)   La existencia de voces económicas del PSC, que apoyaron las políticas de recortes de CiU (en el primer año de mandato del gobierno Mas), dándoles una legitimidad que la coalición gobernante utilizó hábilmente. Una de tales voces socialistas llegó incluso a acusar de “demagogos” a aquellas voces de autores de izquierda que criticaban tales recortes.
2)   Que no haya habido un cambio en el equipo que lidera el PSOE, siendo su dirigente el señor Rubalcaba, la misma persona que dirigió el desarrollo de tales políticas sumamente impopulares. La proximidad del PSC al PSOE y la falta de crítica del primero al segundo han contribuido a su declive electoral.
3)   Que el necesario cambio en el PSC se haya malentendido como un cambio predominantemente generacional, manteniéndose, sin embargo, las políticas económicas neoliberales que causaron su declive. En las primeras declaraciones enEl País del economista Maurici Lucena (segundo en la lista por Barcelona del PSC), procedente del establishment socialista basado en Madrid, tal economista, dirigente de la sección económica del PSC, se declaró como un liberal, hablando de las excelencias del socioliberalismo. Cuando leí tales declaraciones, pensé en el trabajo del economista Jordi Sevilla sobre el Nuevo Socialismo (la guía de la Tercera Vía o Zapaterismo), y que era un canto al liberalismo (ver la crítica que hice de tal postura en mi libro El Subdesarrollo Social de España. Causas y Consecuencias.Anagrama. 2006). Tales políticas fueron responsables del declive electoral del PSOE y del PSC. No hay conciencia en el establishment socialista español (incluido el catalán) de que la situación desesperada en la que se encuentran las clases populares en Catalunya y en el resto de España no se debe sólo a la crisis, sino a la manera neoliberal como se ha respondido a la crisis (ver el artículo El impacto de la crisis en las familias e infantesPublico. 22.11.12), y ello como consecuencia de la incorporación del pensamiento liberal en el ideario de los partidos socialistas gobernantes en España y en Catalunya (en su segundo mandato). El hecho de que los gobiernos de Rajoy y Mas hayan profundizado en estas políticas no elimina, en la memoria popular, el recuerdo de que tales políticas se iniciaron en la época de crisis por el socialismo español, incluyendo el catalán.
No es sorprendente, pues, que el PSC continuara su declive, perdiendo 50.900 votos, pasando de recoger el 10,7% del electorado a un 10% (descendiendo de 575.233 en 2010 a 523.333 en 2012). Tampoco es sorprendente que los dos partidos que perdieron más votos en estas elecciones fueran CiU (por haber desarrollado las políticas neoliberales) y el PSC (por no haberse distanciado de su pasado y no haber hecho un cambio significativo en sus propuestas políticas). No hay duda de que el PSC continuará este declive al haberse desarmado ideológicamente frente a un adversario político cargado de ideología —el nacionalismo—. La estrategia política del socialismo catalán y español no debería haber sido luchar en el territorio ideológico del adversario —el nacionalismo—, sino en la denuncia de lo que el adversario representa. Es lo que los políticos del Partido Demócrata de EEUU llaman la estrategia de “lucha de clases” presentando a las derechas por lo que son, los portavoces de aquellos grupos fácticos que mandan en el país. Ni el PSC ni el PSOE siguieron tal estrategia, en parte porque están excesivamente ligados y son dependientes de tales grupos fácticos, y en parte a no haber hecho una autocrítica y haber realizado un cambio en sus políticas.
La izquierda radical
Un problema grave en Catalunya y que demuestra que el abanico electoral esté más sesgado a la derecha que el español es que no hay un partido de la izquierda radical como es IU. Hoy no existe una fuerza equivalente a IU en Catalunya. Se me dirá que existe Esquerra Unida i Alternativa, pero tal grupo político es, en la práctica, un apéndice de Iniciativa per Catalunya (IC) sin tener ninguna visibilidad propia. IC es un partido verde, que pertenece al Partido Verde Europeo del Parlamento Europeo. No es parte de la Izquierda Europea, el grupo de partidos de izquierda. Sí que lo es EUiA, pero no tiene ninguna visibilidad. De hecho, el rojo de tal coalición no se ve por ninguna parte, pues su color es el verde. Y cuando vino Alexis Tsipras, el dirigente de la coalición radical de izquierdas griega, Syriza, debido a su relación con Esquerra Alternativa, miembro de la Izquierda Europea a la cual pertenece Esquerra Alternativa, apareció en plataformas coloreadas de verde, sin que aparezca ningún rojo.
El tema no son sólo los colores, sino la visión política. ICV decidió cambiar su pertenencia a las izquierdas enraizadas en la espléndida historia del PSUC. Fue un error que ahora, y en estos momentos de crisis, aparece con toda claridad. Ninguna fuerza ha defendió con mayor intensidad Catalunya, durante la dictadura, que el PSUC. Y es injusto y un profundo error que el partido de coalición ICV-EUiA, que se presenta como heredero del PSUC, excluya la visibilidad del rojo. El hecho de que tal coalición se haya distinguido por su crítica a las políticas neoliberales del gobierno CiU explica su notable crecimiento. Y aún cuando el crecimiento de ICV-EUiA es notable (un aumento de 128.033, debido a la campaña social de ICV-EUiA, más roja que verde, pasando de recoger el 4,3% del electorado a un 6,8%) el potencial de crecimiento de tal coalición es mucho mayor si se centrase en el conflicto social y (sin diluir su verdor) conjugándolo con la defensa de la personalidad y especificidad catalanas, tal como siempre hizo el PSUC. Hoy la lucha de clases es más viva que nunca en Catalunya, en su periodo democrático, una lucha de clases que no sólo incluye la tradicional —conflicto entre el capital y el mundo del trabajo— que continúa existiendo, sino también la de una minoría de la población (los establishments financieros, empresariales, mediáticos y políticos) frente a una gran mayoría de la población, las clases populares.
Tal fuerza política requiere de un mayor radicalismo, rompiendo con esta imagen tan injusta, claramente manipulada por las derechas al referirse a ICV de “buena gente, que van en bicicleta”. Su radicalismo, con un lenguaje más de denuncia de la lucha de clases, no centrándose únicamente en las políticas sino los perpetradores de tales políticas, es lo que ampliaría su apoyo popular. El enfado popular exige un radicalismo que todavía no aparece en sus prácticas y en su narrativa.
Una nueva izquierda como soplo de aire fresco con la esperanza de que se convierta en vendaval
Llenando este vacío ha aparecido la CUP (Candidatura d’Unitat Popular), un soplo de aire fresco, que tiene características comunes con el 15-M. Un movimiento radical de clara orientación socialista anticapitalista, de gran atractivo entre los sectores más explotados en el país, que decidió presentarse a última hora (sólo un mes antes de las elecciones) y, a pesar del boicot mediático, consiguió nada menos que 126.219 votos, que representaron un 2,4% del electorado. Uno de los componentes de su ideario, el del independentismo, puede frenar su conexión con amplios sectores de la clase trabajadora catalana que no se identifican como tal. Y tal independentismo puede también dificultar su conexión con otros movimientos antiestablishment que están floreciendo a lo largo del territorio español, y cuya complicidad será necesaria para cualquier cambio profundo que pueda ocurrir en Catalunya. Pero su aparición en la vida parlamentaria es un gran desarrollo y avance, pues su radicalidad se necesita (como el aire que se respira) en la vida política catalana.
El peligro sería que la faceta independentista (diferente a la soberanista), diluya su radicalidad social, peligro que no es hipotético y que podría ocurrir con ERC, anteponiendo su independentismo al proceso de cambio profundo del orden (en realidad desorden) social existente en Catalunya. ERC fue la fuerza política que mejor canalizó el deseo independentista, conservando su vocación transformadora, que sería de desear que mantuviera. Aumentó su respaldo en 277.119 votos, pasando de recoger un 4,1% del voto del electorado a un 9,4%, pasando a ser la tercera fuerza en cuanto al voto.
Las grandes limitaciones de la democracia en Catalunya y en España: su sesgo profundamente conservador
El hecho de que ERC haya pasado a ser la segunda fuerza parlamentaria se debe al enorme sesgo conservador del proceso electoral. En realidad, si el sistema electoral catalán hubiera sido proporcional (el sistema en que cada ciudadano hubiera tenido el mismo poder de decisión), CiU hubiera tenido 43 escaños en lugar de 50, ERC hubiera tenido 19 en lugar de 21, el PSC hubiera tenido los mismos escaños, 20 (pasando a ser la segunda fuerza política en el país), el PP hubiera tenido 18 escaños en lugar de 19, Iniciativa hubiera tenido 14 en lugar de 13, Ciutadans hubiera tenido 11 en lugar de 9, y la CUP hubiera tenido 5 en lugar de 3, pudiendo hacer grupo propio. En general, tal sesgo electoral ha desfavorecido más a las izquierdas que a las derechas, como también ocurre en España.
En realidad, sumando todos los votos a los partidos de izquierda (hay muchos partidos de izquierda que no consiguen representación parlamentaria), tales votos superan en votos a los partidos de derecha. La población de Catalunya está más a la izquierda que sus representantes, una situación que, por cierto, se da también en España.
El futuro político de Catalunya (y de España)
De tal observación puede derivarse que falta una coalición amplia de izquierdas que, sin complejos, explicite un discurso de clase frente al establishment financiero, económico, político y mediático catalán, el mayor responsable del subdesarrollo social de Catalunya. Que tal coalición se lleve adelante dependerá de una profunda transformación de los partidos existentes, estimulados por la aparición del movimiento radical CUP. Este movimiento —surgido de las clases populares en Catalunya— ha surgido como parte del hartazgo existente hacia el establishment catalán y también español. Es la única fuerza que habla del conflicto de clases en Catalunya, y presenta al establishment político y mediático por lo que es: la defensora a ultranza de unos intereses de clase. Su presencia en los medios, sin embargo, ha sido nula. Un boicot y veto dignos de una dictadura mostrando la gran estafa que es hoy lo que se llama democracia en Catalunya. Ahora bien, su gran potencial de atracción, sensible al gran enfado popular, puede actuar como elemento estimulador de cambio entre las fuerzas políticas con representación parlamentaria.
En cuanto a las izquierdas en España, su mayor reto es democratizar al Estado español. Sin tal democratización, ni Catalunya ni España saldrán de la crisis. De ahí que las izquierdas españolas deberían exigir que la insuficiente democracia representativa existente en nuestro país se transformara en una democracia proporcional, auténticamente representativa junto con una democracia directa con amplio desarrollo de referéndums que permitieran decidir a sus poblaciones sobre cualquier tema. El “poder de decisión” debe aplicarse en Catalunya y en el resto de España, sobre todos los temas que la propia población desee.
E, igualmente importante, debe exigirse una auténtica pluralidad de los medios (los cuales utilizan un bien común y público, el aire), rompiendo con la limitadísima diversidad mediática existente en Catalunya y en España.

lunes, 26 de noviembre de 2012

LA VOZ DEL PUEBLO NO LE PIDIÓ A ARTUR MAS NADA EL 11S


Sostres, en 'El Mundo', atiza también a Jordi Pujol, que "ha querido morir                                                                                devorando el alma del último de sus hijos”
“Batacazo”, “ridículo”, “fracaso”, “duro castigo”…
todos en contra del “caganer llamado Artur Mas”
Todos los periódicos, incluso 'La Vanguardia' que habla de "duro castigo"), destacan el monumental fracaso de Mas, que no sólo ha perdido 12 escaños, sino que, con la partipación más alta de la historia (casi un 70% de los votantes), se ha dejado en el camino más de 100.000 votantes. "Batacazo" ('El Periódico de Catalunya'), "el mayor ridículo electoral en 30 años de política autonómica" ('El Mundo'), "Adeu Mas, a Cataluña le gusta España" ('La Razón'), "Artur Mas cae al abismo" ('La Gaceta'), "el plan de Mas se hunde en las urnas" ('El País')... Son algunos de los titulares de las portadas de este lunes.
El más contento por el batacazo de Mas es Pedro J. Ramírez a quien, como dice José María Izquierdo en su blog, “se le sale la alegría por las costuras”.
“Artur Mas tenía razón en una cosa: estas elecciones han sido históricas y el pueblo catalán se ha movilizado como él pedía, con una participación que supera en diez puntos a las anteriores autonómicas. Pero los electores han acudido masivamente a las urnas no para darle un mandato hacia la independencia, como él solicitaba, sino para dejarle en ridículo al infligirle un durísimo castigo electoral que le retratará para la posteridad como un personaje de opereta”, critica el editorial.
En el mismo periódico, Salvador Sostres atiza a Mas, los que le rodean y a su padrino Jordi Pujol: “Mas ha fracasado porque es un mentiroso, porque es un mediocre y porque se ha rodeado de indocumentados y de incapaces que han resultado ser sus peores enemigos. Y también porque Pujol ha querido morir devorando el alma del último de sus hijos”.
Federico Jiménez Losantos, en su artículo habitual de El Mundo, amplía las críticas al PP y el PSOE por no parar los pies a CiU en defensa de España:
“¿Alguien cree que el PSOE se ofrecerá al Gobierno de Rajoy para constituir un frente español que dé la batalla política y mediática al frente separatista catalán? ¿Y alguien cree que el Gobierno del PP, con toda su mayoría absoluta, será capaz siquiera de intentarlo? Ninguno de los dos grandes partidos, PP y PSOE, se ha atrevido siquiera a denunciar en los debates electorales por televisión la corrupción desorejada de los Pujol, Mas y compañía. Y la Fiscalía, que representa al Estado Español, no sólo ha defendido a los suizos de CiU sino que ha condenado a El Mundo en unos términos que parecen dictados por la Cataluña dictatorial del futuro, no por la yerta España del presente. Lo de menos era Mas. El separatismo sigue adelante”.
En Libertad Digital, César Vidal amplía estas críticas y cree que los “coqueteos” del PSOE con el nacionalismo “revuelven el estómago de cualquier persona decente”. Del PP dice que “no hay peor ciego que el que no quiere ver, pero los resultados en las pasadas elecciones vascas y las actuales catalanas resultan bien elocuentes”. Por ello recomienda a Rajoy que suspenda la autonomía de Cataluña  que les deje marchar .
En el mismo digital, Emilio Campmany habla de “un ‘caganer’ llamado Artur”: “Lo que finalmente ha ocurrido es que el Moisés que iba a conducir a Cataluña hasta la Tierra Prometida se ha dado un batacazo de proporciones homéricas. Ha hecho historia el tío con una de las mayores cantadas que recuerda la democracia española”.
La Gaceta titula “Artur Mas cae al abismo” sobre una ilustración en la que se le ve con un maletín lleno de billetes. No es el único damnificado en estas elecciones. El diario de Intereconomía destaca el “peor resultado” de la historia del PSC y reprocha al PP que no haya sabido “aglutinar el voto españolista, que se desvía a Ciutadans”.
La Razón pide la dimisión del “insensato” Mas: “Quien ha roto todos los puentes de diálogo con el Gobierno de la nación no puede gobernar Cataluña; quien ha prometido consultas ilegales y ha crispado gravemente la convivencia entre los catalanes no puede representar a su comunidad”.
Resulta llamativa el análisis que hace el director del diario, Francisco Marhuenda, del éxito de Ciutadans, que consigue triplicar el resultado de 2010. Asegura que “ha conseguido articular una opción de izquierdas constitucionalista que recoge el voto que pierde el PSC”. Irónico, Izquierdo aclara: “¿Una opción de izquierdas? ¿Está seguro Marhuenda que los votantes que ha tenido Ciutadans se reconocerán como tales?”.
También en La Razón, Martín Prieto hace el siguiente diagnóstico de Artur Mas: “Los psiquiatras saben que tienen que quedarse impávidos ante la gastroenteritis mental de un mitómano o un esquizofrénico o un paranoico porque darles la razón no es compasivo ni terapéutico, sino otro empuje destructivo del lóbulo frontal, caja de cambios de la cordura al delirio”.
En ABCIsabel San Sebastián critica al Gobierno por responder a las “bravatas” de Mas al estilo“zapaterista” con tal de no ofender. “A Mariano Rajoy no le quedará otra salida que pararle los pies en seco, sin ulteriores contemplaciones. Esperemos que haya entendido el mensaje y dé un giro de ciento ochenta grados a su política… o se vaya a su casa”.
El diario El País destaca el fracaso del “órdago” de Mas al no conseguir que avance el soberanismo, pese a la subida de ERC. En su editorial, además habla del “fiasco personal” del presidente de la Generalitat.
Cree que tanto CiU como el PSC han quedado debilitadas por la polarización de los impulsos independentistas y que Ciutadans le ha ganado la partida al PP. “El ascenso de Ciutadans indica que esta opción ha sido la destinataria de muchos votos que se oponen al independentismo, pero que tampoco se fían del PP. Esos datos no gustarán al Gobierno de Mariano Rajoy, que además ha permitido un final de campaña ensuciado por la utilización de un documento policial elaborado en condiciones irregulares”, argumenta.
Incluso La Vanguardia, el portavoz oficioso de CiU, subraya el “fracaso excepcional” de Mas. Son las palabras elegidas para el titular de la crónica de Jordi Barreta sobre el resultado electoral, las mismas que utilizan algunos de sus contrincantes de otras formaciones políticas. El Periódico de Catalunya, más contundente, habla de “batacazo”.

Este artículo lo he tomado de ElPlural.com y resume el pensamiento casi unanime de la prensa, que coincide en el tremendo error de Artur mas al autonombrarse lider, mesías, conducator o cualquier otra especie de iluminati que llevaría a catalunya hacia una especie de interdependencia dentro de España, o alguna memez asi. Y se creyo que los catalanes se lo creerían y le segurían, y los catalanes independentistas no han seguido ni querido imitaciones, para ser independiente prefieren al original, a ERC. Si tuviera honorabilidad DIMITIRÍA, pero no esperen milagros, este está atado al sillón y tiene cuatro años para seguir ordeñando la teta del Govern.  

sábado, 3 de noviembre de 2012

EL MITO-TIMO DE LA SOCIEDAD CIVIL CATALANA (patrimonio de CiU)


¿SOCIEDAD CIVIL CATALANA?

El mito o el timo que la derecha ¿nacionalista? Catalana utiliza o desprecia según le interese. Pero que siempre alimenta desde dentro de sus propias filas, con subvenciones, privilegios y prebendas que pagamos todos.

Cuando hablando sobre la diada del 11 de septiembre de este año 2012, surge el momento de preguntar ¿Quién organizó y cuáles eran los intereses que crearon la necesidad de convocar una manifestación en la que mayoritariamente se pedía la independencia de Cataluña? la respuesta es un concepto indeterminado, manido, y mentiroso. Indefectiblemente la respuesta es “La Sociedad Civil Catalana”, obviando los "apellidos" que en este caso resultan evidentes. 

Esta respuesta precisa de otras preguntas, para que nadie crea que aceptamos “pulpo” como animal de compañía sin más. Y es en esta serie de preguntas donde el interlocutor empieza a perder sus convicciones y deriva sus respuestas hacia argumentos difíciles de digerir, argumentos que nada tienen que ver con la realidad, a querer que pensemos en una “Alicia en el país de las maravillas” al que todos los catalanes o su “inmensa mayoría” (como diría el otro mesiánico líder de la derecha española) se ponen de acuerdo al grito de “todos a una” de que la independencia será el elixir de Fierabrás que curara todos los males que nuestra economía sufre porque el enemigo exterior encarnado en la España represiva, nos está ahogando en la miseria.

Pues ni lo uno ni lo otro. Algo que a mi parecer es tan fácil de ver entre el aluvión de necedades opinativas de uno (la derecha catalana) y otro bando (la derecha españolista). Algo que cualquiera vería haciéndose una simple pregunta, no lo ven. Vamos a por las preguntas y dejemos que las respuestas vayan saliendo solas del raciocinio de cada cual.

1ª Pregunta: ¿Quiénes conforman la llamada “sociedad civil catalana”?
2ª Pregunta: ¿Cuáles son sus órganos de gestión y dirección?
3ª Pregunta  ¿Quién o quienes determinan sus actuaciones?
4ª Pregunta ¿Cuáles son sus intereses y a quien o quienes benefician?

Estas y otras preguntas están maravillosamente contestadas en los tres artículos que acompaño y del que extraigo una serie de reflexiones y argumentos que someto al raciocinio de los más acérrimos defensores de la “maniobra política” que el Presidente en funciones de la Generalitat de Catalunya ha llevado a cabo desde el momento en que las encuestas internas le daban unos resultados de partido minoritario debido a los recortes, impuestos, tasas, y demás actos del que él bautizó como el “Gobierno de los mejores” en las pasadas elecciones autonómicas y que se ha convertido en el “Desgobierno de los peores”, inundando de prebendas a los suyos, la clase alta y media alta, y destrozando el estado del bienestar de la clase media baja y baja. Y todo ello en connivencia con el otro “beneficiario” de la jugada maestra, el Partido Popular, que raudo se ha prestado a convertir las próximas elecciones al Parlament en una nueva “batallita” por sus respectivos intereses nacionalistas.  Olvidando ambos grupos políticos de manera interesada, he intentando hacernos olvidar,  lo que ha sido su mayor mentira electoral. 

Ni CiU ni PP han cumplido el programa electoral con el que llegaron a los gobiernos que ahora presiden. Ambos grupos políticos han pactado tanto en las Cortes Generales como en el Parlament, presupuestos y leyes tan dañinas para los españoles y catalanes como la Reforma Laboral que ha traído como consecuencia  el mayor aumento del desempleo en España y en Cataluña. Ni el PP ha bajado el paro en España ni CiU lo ha hecho en Cataluña, muy al contrario las cifras de paro han subido de manera trágica. Esto contesta el interés que ambos partidos tienen en hacer de la campaña electoral una “batalla” de nacionalismos, español y catalán. Precisamente CiU el partido menos independentista de los partidos nacionalistas que hay en España, el que más veces ha pactado con el PP, el que más veces lo ha negado, es el que ahora por arte de magia se erige en el partido independentista por excelencia. Y el PP, ¿cómo no?, recoge el guante de la “desfachatez” para lanzarlo a la  cara de los catalanes, sean o no independentista, alimentando a su electorado en el resto de España, de pasada.

Solo hay que escuchar a Duran Lleida para darse cuenta de la pantomima que está haciendo CiU  y de la “tomadura de pelo” del Sr. Artur Más a todos los catalanes crédulos que aun piensan que la llamada “sociedad civil catalana” nada tiene que ver con los deseos de CiU y que el Sr. Artur Más nada ha tenido que ver con esa manifestación “independentista” de la Diada del 11 de septiembre pasado. Y en el bando contrario, el vociferante estilo del PP de esa “líder” tan contradictoria como insustancial como Alicia Sanchez Camacho, arrojándole la Constitución española que Duran Lleida defiende con uñas y dientes fuera de Cataluña y de la que se distancia dentro de Cataluña. Vivir en una suite de hotel de cinco estrellas durante todo el año en Madrid a costa del erario público tiene sus miserias, y si eso lo llevas haciendo más de treinta años, más todavía.

Que alguien te diga que Artur Más ha respondido a lo que el “pueblo” le ha pedido en esa manifestación, es un insulto a la inteligencia. Que alguien te diga que Artur Más se ha visto obligado a convocar elecciones diciendo que en los próximos cuatro años convocara un referéndum pidiendo respuesta a si Cataluña quiere o no ser independiente, es un insulto a la inteligencia. Que alguien siga creyendo que un político fracasado en su acción política respecto al programa con el que se presento en las últimas elecciones, actúa en interés de los catalanes, es un insulto a la inteligencia. Que alguien nos quiera hacer creer que detrás de la convocatoria de la manifestación no está el aparato electoral de CiU, en forma de indeterminada, subvencionada y agradecida “Sociedad Civil Catalana”, es un insulto a la inteligencia.   

Para Francesc de Carreras, la sociedad civil es en Cataluña una realidad sumamente raquítica y precaria dada su dependencia del poder político, especialmente del autonómico.

En una línea parecida, Antoni Serra Ramoneda reflexiona sobre las posibles razones de la pérdida de peso de la sociedad civil y su dependencia del Govern de la Generalitat, y propone medidas para corregir la situación.

Pau Riba, con radical escepticismo, va más allá y sostiene que la sociedad civil es una fábrica de proyectos por los cuales ya hemos pagado antes a la empresa pública; un gran timo, en resumen.

Propuestas/respuestas
¿Existe la sociedad civil catalana?
Texto Francesc de Carreras

El término “sociedad civil” ha sido utilizado desde los comienzos de la tradición política occidental, en concreto, desde el mismo Aristóteles. Más recientemente, ya en la modernidad, este concepto ha tenido numerosas acepciones. Hegel, Gramsci o Easton, entre otros, le han dado significados distintos, aunque coincidentes todos en un mismo punto: su contraposición al Estado, a la sociedad política. La sociedad civil es, así, la esfera de las actividades privadas y de los intereses particulares, mientras que la sociedad política, el Estado, es la esfera de las actividades públicas y de los intereses generales.

Desde los inicios mismos de la actual etapa democrática, en Cataluña se ha utilizado el término “sociedad civil” en un sentido restringido: aquellas instituciones, grupos sociales y asociaciones, especialmente las de relevancia económica cultural, de naturaleza privada, con capacidad de influencia en los poderes políticos o en la opinión pública. En realidad, una formulación con reminiscencias de Gramsci.

Desde este punto de vista, constituyen la sociedad civil catalana determinadas asociaciones representativas del mundo económico y empresarial (la Cámara de Comercio e Industria, el Fomento del Trabajo, el Círculo de Economía), los más relevantes empresarios (los dirigentes de “la Caixa” serían, sin duda, los más destacados, junto con otros quince o veinte altos ejecutivos, no necesariamente propietarios de las empresas, especialmente de los sectores financiero, farmacéutico, turístico y hotelero, de la construcción, alimentario y de los medios de comunicación), ciertos colegios profesionales de acreditada raigambre y prestigio (abogados, médicos, arquitectos, ingenieros, notarios), entidades de diversa naturaleza pero de notoria significación cultural, social y ciudadana (Barça, Abadía de Montserrat, Ateneo Barcelonés, Òmnium Cultural, Orfeó Català, Círculo del Liceo, Círculo Ecuestre, IESE, ESADE), además de otras de carácter semipúblico, como las universidades, el Institut d’Estudis Catalans o el Centre de Cultura Contemporània. Una red, en definitiva, de entidades, empresas y personalidades destacadas, con influencia social en su ámbito específico y en la sociedad que, en ocasiones, han hecho oír su voz en asuntos de carácter general, más allá del estricto ámbito de sus intereses particulares.

Acotado de esta manera lo que en Cataluña se entiende por sociedad civil, de ella puede esperarse un doble cometido. Por un lado, en épocas de normalidad, su función puede consistir en vertebrar y expresar la opinión de los distintos grupos sociales, con carácter complementario al que se ejerce desde los canales políticos establecidos, ampliando así el pluralismo político y completando la labor de los partidos. Por otro lado, en momentos críticos y excepcionales, en el supuesto de que los partidos políticos no sepan representar al conjunto de los intereses sociales y, por tanto, la separación entre sociedad y poderes públicos llegue al punto de ser disfuncional para el sistema político la sociedad civil puede hacer oír su voz para expresar el descontento social de manera que, o bien los partidos hagan suyas sus demandas, o los poderes públicos (ayuntamientos, Generalitat y Estado) acepten a la sociedad civil como interlocutor válido.

Si decíamos que la primera función era complementaria en épocas de normalidad, esta segunda función, excepcional como hemos apuntado, tendría un carácter de suplencia a la vista de la inoperatividad de los partidos. En ambos casos, partimos de la base de que la sociedad civil es autónoma, por supuesto de los poderes públicos, pero también de los partidos políticos. En caso contrario, es decir, si esta autonomía no existiera, deberíamos llegar a la conclusión de que tampoco existe la sociedad civil y, por tanto, resulta imposible el ejercicio de las labores de complementariedad o suplencia.

A la vista de todo ello, cabe analizar ahora si existe una vigorosa sociedad civil en Cataluña. Y son tres los factores que dificultan hoy en día la existencia de una sociedad civil autónoma de la sociedad política.

En primer lugar, un Estado social como es el nuestro se caracteriza por un intervencionismo creciente de los poderes públicos en la sociedad. El Estado liberal clásico tenía un ámbito de actividad muy reducido. El Estado social rompe con este modelo y pasa a intervenir en la esfera privada con el fin de evitar las crisis económicas y la desigualdad social entre ciudadanos. Autorizaciones administrativas y subvenciones públicas son sus principales instrumentos de actuación. Por tanto, con el Estado social aumenta la dependencia de las empresas, entidades y asociaciones privadas respecto de los poderes públicos.

En segundo lugar, esta subordinación se acentúa con la descentralización de los poderes públicos y la proximidad territorial entre aquellos que desarrollan funciones públicas —políticos, altos funcionarios y burocracia— y la sociedad. La actividad administrativa de autorizaciones y subvenciones se desplaza al poder autonómico y esta aproximación reduce todavía más la independencia de la sociedad civil.

En tercer lugar, el creciente papel de los partidos políticos en la sociedad, lo que se ha denominado “Estado de partidos”, que es el realmente existente en España, también contribuye al creciente control de la sociedad civil por parte de los poderes públicos. En efecto, hoy en día los partidos ayudan a las entidades que forman la sociedad civil mediante subvenciones, lo cual hace que las entidades privadas estén interesadas en que los representantes oficiales u oficiosos de los partidos formen parte de las mismas con el fin de acceder fácilmente a ellas para financiar sus gastos. Todo ello, por supuesto, en detrimento de su autonomía.

Por tanto, en conclusión, tanto la naturaleza del Estado social como la descentralización política y la partitocracia tienden a limitar la autonomía de la sociedad civil y dificultan la existencia de un poder social independiente de los poderes públicos y de la clase política.

En Cataluña operan todos estos condicionantes y son la causa estructural de que la sociedad civil –en el sentido antes indicado– esté tan sometida a todos los poderes públicos, es decir, a los municipios, a la Generalitat y al Estado.

Por tanto, ¿existe en Cataluña sociedad civil? Creo que en los últimos años se ha demostrado que es sumamente raquítica y precaria dada su dependencia del poder político, especialmente del autonómico. 

En épocas de normalidad, en los años del pujolismo, la sociedad civil estaba totalmente supeditada al Gobierno de la Generalitat, que, además, especialmente vía grupo parlamentario de CiU, ejercía de grupo de presión cerca del Gobierno central.

Durante los dos gobiernos tripartitos la situación ha cambiado: la sociedad civil ha empezado a ser crítica con la actuación del ejecutivo de la Generalitat. Sin embargo, las críticas que se hacen en privado no se manifiestan en público, es más, en público los miembros más activos de esta sociedad civil –con alguna rara excepción– suelen decir lo contrario de lo que expresan en privado. Una vez más se demuestra que los efectos de las subvenciones y las autorizaciones son devastadores para la autonomía de la sociedad civil: los intereses particulares predominan sobre los generales. M

Reflexiones sobre una decadencia
Texto Antoni Serra Ramoneda

Nunca me ha satisfecho la expresión “sociedad civil”. ¿Cuáles son los otros subconjuntos que, sin superponérsele, integran el amplio concepto de sociedad? A lo sumo se me ocurre que los que merecerían el calificativo de militar o eclesiástica, pero su importancia numérica sería tan reducida que apenas merecerían consideración. Pero lo cierto es que ha hecho fortuna y se ha impuesto. Por el contexto en que es utilizada colijo que con ella se quiere designar el cajón de sastre integrado por todas las iniciativas que, nacidas al margen de la Administración pública, han procreado instituciones y organizaciones cuyos responsables no forman parte de la burocracia político-administrativa.

“La Caixa”, el Barça o el Orfeó Català serían ejemplos sobresalientes de los resultados de la sociedad civil. Las tres son instituciones de un enorme peso en la vida catalana. En cambio, pongamos por caso, las diputaciones provinciales tienen su origen en sendas disposiciones aparecidas en el BOE, o diario oficial equivalente, y quienes tienen en sus manos las riendas son cargos políticos y funcionarios.

Es opinión muy extendida que en la Cataluña actual la sociedad civil ha perdido peso. Ya no genera iniciativas del mismo calibre que las que, nacidas a caballo de los siglos XIX y XX, constituyen aún hoy piezas fundamentales del entramado cultural, deportivo y económico del Principado. Pero hay escasa renovación y falta de energías entre las clases dirigentes cuando se las compara con la burguesía que fue capaz de hacer de Barcelona la capital del Modernismo arquitectónico de la mano de Gaudí, Domènech i Montaner y otros artistas de gusto revolucionario para su época. No hay figuras como las de Eusebio Güell, distinguido y acaudalado hombre de negocios que fue capaz de confiar en el arquitecto de Reus un proyecto tan visionario y progresista como el del Parque Güell.

Esta pérdida de protagonismo de la sociedad civil es paradójica. En sus épocas de florecimiento, Cataluña no tenía apenas instituciones políticas propias. Sólo Prat de la Riba fue capaz de inventarse una Mancomunidad de Diputaciones, que, en realidad, gozaba de escasísimo poder, aunque es bien cierto que supo aprovecharlo hasta su último resquicio. La burguesía catalana, la flor y nata de la sociedad civil, supo suplir esta deficiencia con imaginación y coraje. Los empresarios textiles que construyeron sus instalaciones fabriles a lo largo del Llobregat y el Ter tuvieron que encargarse de construir las carreteras y otras infraestructuras que un poder público lejano y escaso de recursos no podía ni quería atender. 

Los industriales catalanes incluso aceptaron disfrazarse de políticos para defender ante el Gobierno del Estado sus intereses proteccionistas. Recuérdese la candidatura al Congreso de los Diputados de 1901 integrada por los presidentes de cuatro instituciones económicas, cuyo programa se reducía básicamente a temas arancelarios. Hoy en día, la situación es bien distinta. Cataluña dispone de una autonomía que, sin llegar a ser tan amplia como muchos desean, ha permitido la aparición de políticos profesionales y la creación de cuerpos de funcionarios públicos encargados de la administración de los asuntos colectivos. Y es ahora precisamente cuando la sociedad civil parece llevar una vida lánguida.

Una primera tesis explicativa de esta aparente paradoja sería que existe un efecto sustitución entre sociedad civil y poder político. Cuando éste es débil, la sociedad civil ha de llenar el vacío y tomar iniciativas en todos los ámbitos, tanto el económico como el cultural. Libre de normas burocráticas y cortapisas funcionariales, la imaginación es más creativa y los resultados más potentes y duraderos. Este efecto sustitución se manifiesta también en el plano financiero. Una Administración pública liviana requiere pocos recursos, lo que se traduce en una escasa presión fiscal. Los beneficios empresariales apenas se ven mermados por impuestos, lo que permite un margen notable de actuación. Por el contrario, en cuanto el poder político adquiere peso, la renta disponible en manos de los particulares disminuye y es una burocracia liderada por políticos a dedicación completa la que ha de impulsar proyectos colectivos, y los recursos precisos han de detraerse vía impositiva de los bolsillos de los particulares. Cuestión distinta es si la sustitución de la sociedad civil por la superestructura político-burocrática implica cambios en la forma y la eficiencia de la utilización de los recursos. Pero, en definitiva, según esta opinión la iniciativa privada se ve ahogada cuando menos en lo relativo a la solución de problemas colectivos.

Otra corriente sostiene, por el contrario, que sociedad civil y poder político burocrático son complementarios. En una visión con perfume marxista, el segundo no es sino una creación de quienes tienen las riendas de la primera. Así, la distinción entre ambas esferas sería exagerada y las fronteras entre ellas nada nítidas. Lo que ha ocurrido en Cataluña, según esta opinión, ha sido una decadencia endógena de la sociedad civil que tampoco ha sabido engendrar, en cuanto se han dado las circunstancias para ello, una clase política y una burocracia de primera calidad. De unas vides resecas es vano esperar una cosecha de óptima calidad. La decadencia tiene, según este punto de vista, distintas raíces. Una ha sido el escaso entusiasmo de la burguesía catalana por las nuevas tecnologías y las actividades industriales que éstas permiten. Se cumpliría así la regla de las tres generaciones, que no sería solamente aplicable a la empresa familiar, sino a una economía en la que esta prolifera. Hoy los descendientes de aquellos empresarios aguerridos que hicieron de Cataluña la fábrica de España aspiran a alguna sinecura funcionarial o a integrarse en la bien remunerada plantilla de alguna caja de ahorros. El ciclo se ha cerrado sin que nadie haya sabido tomar el relevo de aquellos auténticos ciudadanos schumpeterianos que, sin ayudas presupuestarias, supieron hacer del país el motor económico español.

Otra sería la deriva hacia un nacionalismo exacerbado que ha llevado a cerrarse en  sí misma a toda la población catalana alejándose de las corrientes culturales y científicas mundiales.

Y, finalmente, la baja altura de las miras de los políticos catalanes empeñados en guerras internas más que en la definición de estrategias que permitieran mantener al país como referente económico y cultural para el conjunto de España.

No hay que dejar que el pesimismo nos embargue, sin por ello negar que los momentos no son gloriosos. Una confluencia de circunstancias externas e internas ha dado el resultado presente, pero no son perennes. De todas maneras, para que la recuperación no se retrase en demasía, dos son las medidas que me atrevería a aconsejar.

La primera, que se apruebe cuanto antes una nueva ley electoral que aproxime los partidos a los ciudadanos y ello significa, entre otras medidas, admitir las listas abiertas de tal manera que aquellos dejen de ser vistos como cajas cerradas donde los nombres propios, excepto el de cabeza de lista, no tienen importancia alguna.

La segunda, que los políticos tengan más confianza en la sociedad civil y no pretendan ocupar todos los huecos, es decir, los cargos, en los que se acumulen unas migajas de poder y de prebendas. M

Este fantasma tan de moda
Texto Pau Riba

Bien, como no sé exactamente quién ha decidido que ya tengo suficiente edad, o suficiente criterio o suficiente vete tú a saber qué como para ejercer de piedra en el zapato entre los denominados líderes de opinión que proliferan por todas partes y que cada vez resultan más opinables, quiero decir, que cada vez me parecen más tendenciosos o más vendedores a sueldo, de esos que te venden el artículo quieras o no quieras y que, cuando piensas que ya te los has quitado de encima, todavía te interceptan en la siguiente esquina, dale que te pego, con los mismos o similares argumentos, y aquí me tenéis hecho todo un explorador, machete en mano, intentando abrirme paso en la inextricable jungla de significados en cuyo corazón –supongo que tan tranquila, trincándose un refresco y fumándose un puro (esto tan y tan políticamente incorrecto que ha acabado siendo delito)– se encuentra la famosa sociedad civil, esta señorita que está de moda pero que, dado que nadie ha tenido la suerte de haberla visto con sus propios ojos, no se sabe exactamente quién es, ni cómo es, ni si realmente existe.

¡Uf!, al decir esto último he lanzado una furiosa andanada con el machete y me ha caído una poblada rama tropical en la cabeza, una rama abarrotada de pulgones y hormigas ajetreadas a quienes, sin querer, he desbaratado su más que civilizado mapa de caminos, carreteras y autopistas, abierto en el ramaje, motivo por el cual no han tenido más remedio que dispersarse campo a través por todo mi cuerpo, inundándome de un espantoso cosquilleo… y, por tanto, rectifico; rectifico lo de si realmente existe esa cosa que llamamos sociedad civil, ya que la pregunta obvia sería, creo, exactamente la contraria: ¿existe alguna sociedad no civil sobre la tierra?, ¿pueden los seres, de la naturaleza que sea, formar sociedades que no sean básica y  esencialmente civiles, sociedades que no supongan, en mayor o menor grado, un principio de civilización? 

Si la respuesta es no, como supongo coincidirán conmigo, entonces ¿a qué viene tanta redundancia, tanta insistencia en remarcar expresamente que estamos hablando de una sociedad que es civil? ¿No será que se trata de una de tantas versiones –en formato de lujo, si lo prefieren– del timo de la estampita?
¡Hombre, no me digan que no da cierto tufillo!  Cuando una cosa, una expresión, resulta tan y tan obvia y al mismo tiempo tan ambigua, tan ambivalente, tan… equívoca, de la sospecha no te libra ni Dios, y lo primero que uno hace es recoger la ropa y ponerla a buen recaudo; ya que, vamos a ver: ciñéndonos únicamente a lo que queda de los poderes fácticos, hoy relativamente neutralizados o ya incorporados a las estructuras de gobierno, tenemos, por una parte, que la Iglesia opone civil a canónico, que, por otra, la judicatura opone civil a penal, que el Ejército opone civil a militar o, en tiempos de guerra, civil a convencional –dejemos aquí a un lado el misterio profundo de la guardia civil que (¿opuesta a qué: a municipal, a urbana?) me resulta absolutamente desconcertante, porque si civil viene de civilis, que es justamente lo contrario de ruralis, no entiendo por qué los del tricornio, a los que siempre he considerado reminiscencia de un cuerpo de gendarmería rural dedicado a la vigilancia de costas y al control de los bandoleros y el contrabando, se llaman así–, el consistorio opone cívico –el civil moral– a gamberro, el Gobierno opone civil a funcionarial, el mundo de las finanzas, capital civil a erario público…

¿Qué mareo, no? ¿y cómo nos comemos todo esto ? Así, de buenas a primeras, quedan bastante claras un par de cosas: una, que eso de civil es una patada en el culo que –¡felizmente!– nos echa fuera de las instituciones y nos deja, como se suele decir, en la puta calle…, aunque todo esto es muy relativo, ya que, fuera del horario de oficina, todos los que integran los escalafones funcionariales son tan civiles –tan íntimamente, tan anónimamente civiles– como los demás, de manera que ésta es una frontera falsa y visible sólo de ocho a tres; y dos, que éste es un adjetivo que, precisamente por su flagrante ambivalencia y por el hecho probado de que define mejor a la parte contraria que a la propia, sirve tanto para un roto como para un descosido y todos lo emplean como quieren y a favor o en contra de lo que haga falta; una bicoca, vaya, una joyita en manos de charlatanes y embaucadores.

Pero si, hartos de desbrozar toda esta zona inútil, llena de maleza, nos dejamos de tonterías y nos aferramos directamente a la liana de lo que popularmente se entiende por sociedad civil, que es, de una manera bastante difusa, aquella parte de la ciudadanía que no forma parte del Gobierno o quizás, afinando más, el dinero –¡la iniciativa!– de esa parte abstracta de la ciudadanía que no forma parte del ejecutivo (tenemos que analizarlo en clave económica porque estamos anclados en un sistema capitalista en el que todo –la vida, la muerte–, todo depende de eso, del maldito dinero de cada uno, y también porque formamos parte de una democracia que nos venden como gran cooperativa montada con el dinero de todos, una cooperativa de la que participamos todos y de la que todos somos dueños, cuando, en realidad, es una enorme multinacional, una potente sociedad anónima de la que sólo somos pequeños accionistas y en la que no somos propietarios –y menos aún dueños– de nada, o de nada más que de un mínimo paquetito de acciones que no da para nada, nada que no sea otorgar el poder ejecutivo a los ejecutivos con cargos que, a pesar de todo, no gestionan más que nuestro dinero, y nuestra felicidad, lo que nos hace abrir los ojos), si nos aferramos a esta liana, insisto, entonces el fraude está cantado, ya que quiere decir que la cantinela ésta de la sociedad civil no es otra cosa que la sintonía, o la banda  sonora, del spot publicitario con que alguien pretende que volvamos a comprar algo que ya tenemos, en su beneficio y en el de unos cuantos más, que son siempre los mismos, y se confunden, y se retroalimentan.

Es el truco de hacerse auto-competencia, como la Coca-Cola y la Pepsi, instrumentalizando el hecho de que, indefectiblemente, un funcionariado bien pagado, con sueldos a perpetuidad y administrando lo que no es suyo, entra en rutinas y abulias de las que lo mínimo que se puede decir es que dificultan y lentifican una brillante ejecución, encallándose a menudo en burrocracias exasperantes que nos impacientan. 

Los socios mayoritarios de la gran S. A. sacan la estampita de la S. C. –la sociedad civil, la que todo lo hace mejor– y nos venden proyectos por los cuales ya hemos pagado a la empresa pública y por los cuales tenemos que volver a pagar.

Nos duplican la oferta, sí, de manera que podamos escoger entre comer la sopa de la señora o comer la de la criada, pero pagando por las dos…, como en el caso de las autopistas: tenemos las del Estado, construidas con capital público, que llegan tarde pero acaban llegando, y las de peaje, financiadas con capital privado, o civil, que llegan pronto pero tenemos que pagarlas y pagarlas a perpetuidad, sin dejar de pedir su gratuidad.
¿Hacen falta? ¿Hacían falta? ¡Ésta es la pregunta del millón!

Para vivir no hace falta casi nada; para vivir civilizadamente hacen falta unas cuantas cosas más –pero, por supuesto, ni la cienmilmillonésima parte de lo que nos venden como imprescindible–;  y para vivir como socios anónimos de una civilización capitalista, si hacen falta –las cosas–, es tan sólo en la dinámica perversa de este sistema embustero en el que seis mil millones de seres necesitan ofrecer algo, casi siempre innecesario, para ganarse la vida, y necesitan inventarse una cosa u otra para endosárnosla. En conjunto, una gran estafa –sí: legal, instituida, monumental (¿monumental?), pero estafa en definitiva–, que es lo que es este capitalismo democrático; esquema rancio, que, sorprendentemente, incomprensiblemente, y mira tú por dónde, nunca es cuestionado por ninguna sociedad civil.
¿No lo había dicho ya que era un fantasma?

Algunos entes que conforman la mal llamada Sociedad Civil Catalana, cuando debería llamarse la Sociedad Civil Convergente.

Círculo de Economía, el núcleo duro
No es exactamente un grupo de presión; ni un ‘think tank’ económico; ni un centro de formación; ni una organización empresarial; ni un club de gente influyente; ni un foro de debate: es todas estas cosas al mismo tiempo.
“Nada de lo que se coció en Barcelona antes de –y durante– la transición fue ajeno a la institución. Después el Círculo optó por ceder protagonismo a los nuevos partidos políticos”.

El club de los señores de Barcelona
Hay que proteger el Círculo del Liceo como a una reserva natural. Solo en él se respira el ambiente de aquellos “señores de Barcelona” que originaron la época de mayor efervescencia vivida en Cataluña.

La tribuna civil
El Barça es uno de los “trade-marks” locales más antiguos. Dentro del pack ocio-cultura sólo hay dos instituciones civiles más veteranas: un teatro de la ópera y una academia literaria.

Una entidad nacida de la pasión burguesa por la hípica.
El Círculo Ecuestre llegó a ser considerado el mejor club hípico de Europa en su época dorada, a principios del siglo pasado, cuando tenía su sede en el Passeig de Gràcia.