EL VALOR DE PEDRO SANCHEZ
JOSÉ MANUEL URIBES fue director general
de Apoyo a Víctimas del Terrorismo entre 2005 y 2011
Lunes, 30 Enero 2017
Lo más importante en política no es tener buenas ideas sino que te
escuchen. Si tienes buenas ideas o haces grandes discursos pero nadie te cree,
no sirve de nada. Pedro Sánchez es hoy, más que hace 4 meses,
uno de los pocos políticos en activo de nuestro país que mantiene intacta su
credibilidad, su crédito. Decir lo que se piensa y pensar y hacer lo que se
dice, ser coherente y ser consecuente, es lo que tiene. Los ciudadanos
perdonan los errores pero no que se falte a la palabra dada o que
cuando se cambia de posición no se haga por buenas o superiores razones. Javier
Fernández, el presidente de la gestora, un gran socialista, culto y cabal,
tuvo un “ataque de sinceridad” al que no se le ha prestado demasiada atención:
confesó públicamente en el último comité federal lo que todos intuíamos. Dijo
que los defensores de la abstención, entre los que se incluía, no lo dijeron
pública y previamente porque pensaron que si lo hacían ya no podrían ganar en
el futuro un congreso interno. Se agradece la sinceridad pero la confesión no
les deja muy bien y, sobre todo, desmiente la mayor y mejor razón que adujeron
después para justificar la abstención: primero España y luego el partido… No
fue exactamente así.
Decir lo que se piensa
y pensar y hacer lo que se dice, ser coherente y ser consecuente, es lo que
tiene
Pero no es tiempo de reproches. Ni escribo yo aquí para eso. El bochorno y
la indignación que me produjo, como a tantos militantes y ciudadanos en
general, aquel comité federal del 1 de octubre, me hizo pensar tiempo después,
enfriados los ánimos y los sentimientos, que lo más importante era no ahondar
en la herida y olvidar. Y llegué a contemplar que podría ser prudente una
suerte de tercera vía, de solución intermedia, equidistante y superadora, una
especie de candidato/a “por superposición” (por cierto, es lo que creo que ha
motivado de buena fe a algunos de los inspiradores de la candidatura de
Patxi López).
Pensé desde el primer momento que era una salida muy injusta con Pedro
Sánchez pero que quizá su “sacrificio” era inevitable en aras a un interés
mayor: la paz en el PSOE. El pensamiento, sin embargo, me duró 5
minutos. Primero porque significaba volver a sacrificar a quien a mi juicio y a
juicio de muchos era la principal “víctima” que además tenía derecho, legal y
moral, a presentarse de nuevo. No en vano Pedro Sánchez es el único Secretario
General elegido por sufragio universal de la militancia. Y segundo porque me di
cuenta de que una paz así era una paz precaria, “la paz de los cementerios”,
una falsa paz, que cerraba mal las heridas.
Me convencí de que el PSOE no podía salir ya de esta fractura interna sin
una catarsis democrática y ejemplar, sin una competencia abierta y reparadora
en la que lo ideal era que estuviera no sólo Pedro Sánchez (ya lo está) sino
las distintas posiciones que ha habido en todo este tiempo. Y que
finalmente decidan los militantes, libre y de forma secreta, en conciencia
y a conciencia, democráticamente. Si se hace bien, con respeto (fraternidad),
ideas y juego limpio, el PSOE puede salir reforzado de su enorme crisis.
Me convencí de que el
PSOE no podía salir ya de esta fractura interna sin una catarsis democrática y
ejemplar
Detrás de cada candidatura, además, se podrá encontrar (ya se vislumbra) un
modelo diferenciado de partido, incluso de entender la relación con los demás
partidos. No se trata únicamente de elegir entre personas, sino entre
proyectos. Y creo sinceramente que Pedro Sánchez simboliza un PSOE que
aspira a no ser tutelado por nadie, suficientemente autónomo de poderes
fácticos y mediáticos y que está dispuesto a confrontar directamente con el PP
y no a ir a su zaga suavizando sus políticas o barriendo sus destrozos.
Mi apuesta sigue siendo, por tanto, Pedro Sánchez. Primero, por lealtad
personal. Los pactos se cumplen siempre en las dos direcciones y frente a un
hombre de palabra como Pedro mi obligación moral es corresponderle. Segundo,
porque creo que representa mejor que ningún otro candidato o candidata la
necesaria renovación de un PSOE que la necesita más que nunca. Su preparación
académica, su relativa juventud y su comprensión hacia la diversidad
territorial y social de España también son un dato a favor en un mundo que
exige, cada vez más, líderes formados, alejados del populismo, de la demagogia,
de lo peor de la vieja política o de la sinrazón. No es tampoco tiempo de
tutelas, ni de regresos al pasado, sino de mirar al presente de cara y de
afrontar el futuro, confiando en los militantes, mayores de edad, y tratando de
recuperar el crédito perdido singularmente entre los jóvenes y en las grandes
ciudades. Pedro puede hacerlo. Tiene condiciones para hacerlo. Ahora más que
antes. Además, es el candidato que menos gusta a la derecha, mediática y
política, y esto no es un mal comienzo para un partido de izquierdas y de
progreso.
He titulado este texto: el valor de Pedro Sánchez. Hasta aquí me he
referido a uno de los sentidos de “valor”, como cualidad o virtud; a su
acepción axiológica. Terminaré subrayando el otro gran sentido, también
aplicable en mi opinión a Pedro Sánchez. Valor como cualidad de valiente. Se le
ha comparado con Espartaco, incluso con Don Quijote, a veces para decir que es
temerario u osado. Yo creo que es valiente sin más, en el mejor sentido: solo,
sin estructura orgánica, sin plataforma institucional, sin recursos, sin medios
de comunicación y sin grandes nombres apoyándole dentro del partido, hay que
ser valiente y mucho. Valiente y también confiado, y a mí esto me gusta. Nada
grande se hace sin optimismo, sin pasión, sin ilusión. Me recuerda al Sísifo de
Camus: “Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le
pertenece. (…) El esfuerzo mismo para llegar a la cima basta para llenar un
corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso”.
¡Suerte Pedro! Cuentas modestamente conmigo.