lunes, 9 de junio de 2014

PODEMOS, SU CAUDILLO Y SUS INSULTOS DE CASTA FINA

Manuel Arias, periodista del diario online, DiarioProgresista, en un ejercicio profesional impecable responde a Pablo Iglesias Turrión y a todos los seguidores de éste que responden con el insulto sistemático a cualquier escrito que no les guste o atente contra la libertad de expresión de su Jefe o la de ellos, sin respetar la de los que no están de acuerdo ni con ellos ni con su Caudillo, el de la Casta.
Uno que ya ha sufrido la ira de los que solo ven un ataque a sus reivindicaciones y a su jefe de filas, en comentarios imposibles de publicar en este blog por su zafiedad y falta de respeto a la inteligencia de los demás, sabe de lo que Arias está hablando. Seguro que vosotros también lo sabréis después de leerlo.

Empieza así:

La mandíbula de cristal de Pablo Iglesias.

Suele ocurrir que aquellos que más vociferan y descalifican son los que, a la postre, tienen la piel más fina. Los que se sienten libres para insultar a derecha e izquierda (sobre todo a la izquierda) digieren mal la menor de las críticas. Se ha vuelto a comprobar con las reacciones de los seguidores de Pablo Iglesias a un simple artículo publicado en este periódico por este humilde periodista. Por primera y última vez, creemos preciso replicar.

Vaya por delante que no pretendemos, ni mucho menos, pedir disculpas por ejercer la libertad de expresión. Tampoco pretendemos dialogar con quienes, sin leer ni reflexionar sobre el escrito, se han lanzado con fruición a insultar a un servidor con epítetos que dejan claro su auténtico talante. No vamos a contestar al insulto, por supuesto. El real destinatario de esta explicación son los miles de personas que, de buena fe, se puedan haber sentido sorprendidos o disgustados por la noticia.

También es necesario aclarar previamente, para aquellos que por formación o vocación sean alérgicos a los diccionarios y al correcto uso de las palabras, que calificar a Pablo Iglesias de ‘Caudillo’ no es ningún insulto. Antes al contrario, describe con meridiana claridad su forma de entender y practicar el liderazgo político. Y está en su derecho de ejercerlo así. Y nosotros en el nuestro de no compartirlo.

Porque es caudillismo su reflejo instintivo de, sin haber llegado a tomar el acta de eurodiputado, ya apuntar que se está planteando dimitir para presentarse a la siguiente convocatoria electoral. Poco respeto demuestra para el millón de personas que le enviaron a Europa a defender sus puntos de vista (si es que alguien sabe cuáles son).  Y nos cabe la duda de si las siguientes papeletas, en las 14 autonomías que dirimirán sus gobiernos dentro de un año, también llevarán la efigie de D. Pablo. Y en  las miles de candidaturas que, esperemos, presentarán a los principales municipios del país, también llamados a renovar sus alcaldías.

Pero el súmmum del liderazgo caudillista no es este anuncio, mezcla quizás de ego desmedido y ausencia de banquillo. El colmo del comportamiento cesarista es que Pablo Iglesias se sienta legitimado a censurar a Izquierda Unida y la Junta Central Republicana, además de otras decenas de partidos y organizaciones, el que se atrevan a convocar manifestaciones a favor de la República sin el correspondiente plácet de Pablo Iglesias, fuente y legitimador de toda reivindicación que decida, él sí, catalogar como propia.

Desde este periódico no respondimos en ningún momento a la sarta de insultos y descalificaciones con que Pablo Iglesias y sus seguidores orlan al PSOE y sus dirigentes, sus estúpidos votantes, sus necios militantes por seguir y votar a tamaña sarta de individuos. Ni lo vamos a hacer en el futuro. Queden tranquilos que podrán seguir sembrando de basura demagógica la arena política.

Pero lo que entendimos que era una línea roja infranqueable era que se pasase del insulto a la reconvención por ejercer la actividad política a otros grupos de izquierda. Eso nos parecía intolerable. Podemos ha conseguido algo más de un millón de votos. Pues muy bien. Trabajen por ellos, por defenderles, por no desilusionarles. Pero bajo ningún concepto se puede permitir que personaje alguno se arrogue con el derecho divino de autorizar y desautorizar  metas políticas, dinámicas de movilización, trabajo con los ciudadanos para transformar la realidad social e institucional de nuestro país. Y por eso salimos en modesta defensa de Izquierda Unida y demás organizaciones políticas criticadas. Ese es nuestro pecado. Creer en la acción política organizada e institucional para transformar las realidades que no nos gustan.

Podemos tiene por delante un reto gigantesco. Tiene que evolucionar del insulto a la política. Tiene que progresar del “me opongo” al “propongo”. Tiene que articular un discurso político, un bagaje de alternativas factibles (o no tan factibles, que eso es cuestión que debe ser juzgada por ciudadanos) sobre la que alimentar un indiscutible éxito de base mediática. De momento, son el experimento acertado del experimento fracasado Belén Esteban (recuerdan, la ‘Princesa del Pueblo’ que quería lanzar otra televisión y que al final no se terminó de atrever).

Afortunadamente, son muchas las diferencias entre uno y otro experimento, y nada más lejos que pretender establecer un paralelismo entre las personalidades de Belén Esteban y Pablo Iglesias, ni mucho menos. Así que los seguidores de Podemos que no se me alteren. El paralelismo se reduce a la metodología de nacimiento; al lanzamiento mediático de figuras carismáticas, de Caudillos, para entendernos.

Si Podemos es capaz de construir un discurso alternativo que se base en ideas elaboradas y no en insultos o soflamas efectistas de tinte demagógico que dicen todo y nada, merecerá la ilusión depositada en ellos por un millón largo de ciudadanos. Por ejemplo, basar tu bandera en los derechos humanos y el sentido común puede sonar bien, pero está vacío de contenido. Conozco a muchos cetrinos antiabortistas que basan su rechazo a la interrupción voluntaria del embarazo en los derechos humanos del no nacido. 

Conozco y he padecido a muchos líderes de la derecha invocar los derechos humanos, el de la educación, concretamente, para destrozar la enseñanza pública y construir una educación en el mejor de los casos concertada, arguyendo el ‘sacrosanto’ derecho a elegir de los padres. 

Y podríamos seguir dando ejemplos de cómo, dentro de una carcasa bien intencionada, caben las peores intenciones. Y es que el Diablo está en los detalles, amigo Pablo Iglesias. Estamos esperando sus detalles, porque, de momento, sus modos, no nos gustan.

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