viernes, 18 de marzo de 2016

LOS ERES QUE HE SUFRIDO (el 1º Telefónica)

LOS ERES QUE HE SUFRIDO  (el 1º en Telefónica)

Cuando allá por el año 1999 los EREs en Telefónica eran cosa habitual, encontré la forma de salir de aquella empresa donde tener el pie de alguien en el cuello era una costumbre casi familiar.

Recuerdo que cuando me apunte al ERE porque ya tenía otro puesto de trabajo con precontrato firmado, fui a recursos humanos de Barcelona a firmar los documentos que eran necesarios. Antes de la firma pregunte a uno que me atendía si podía hablar con el jefe de recursos humanos. Me mando a hablar con la secretaria del jefe para ver si podía recibirme. Tuve suerte y me recibió.

Nada mas entrar y antes de que abriera la boca se levanto de la silla y se fue a mirar por la ventana. Me preguntó sin mirarme a la cara que era lo que quería. Le dije que había sabido por otros compañeros que en lugar de ir al ERE podía pedir un despido improcedente para así no tener que declarar el importe de la indemnización, ya que era una miseria y de esa forma al año siguiente podía evitarme pagar casi un cincuenta por ciento de lo que me tocaba recibir por el ERE. Ni se digno mirarme a la cara, para decirme acto seguido que eso era imposible. Le dije que varios compañeros se habían ido así y que otros me habían comunicado que a ellos se lo estaban arreglando de esa manera. Volvió a repetirme sin moverse de la venta y mirando a la calle que no podía ser y que ya estaba todo dicho. Me levante de la silla y salí del despacho de alguien al que conocí alguna vez en otro nivel. Aun no entiendo porque no se digno a mirarme. Que yo sepa en ningún momento le falte al respeto.

Recuerdo que aquel individuo había asistido conmigo a unas clases de contabilidad preparando una oposición para algún puesto en la empresa, y que alguna vez habíamos hablado de fútbol con otros compañeros cuando aun no le habían puesto la "gorrilla" de jefe.

Es evidente que le recuerdo con una mezcla de lastima misericordiosa y unas gotas de humana compasión. Se había convertido en lo que siempre he detestado y él no se había dado cuenta o al menos eso es lo que a mí me pareció en aquel momento. Hoy sigo teniendo lastima por semejante personaje.

El siguiente ERE lo viví de forma distinta en Madrid, en una empresa de Telecomunicaciones en la que mi puesto de trabajo requería contratación de personas tituladas técnica y jurídicamente.  Todas esas personas en numero de 24 estaban repartidas por todas las CCAA y requerían una experiencia en el puesto para ejercer sus funciones y tareas. Era mi equipo y trabajaban como auténticos campeones. Catorce hombres y diez mujeres que hacían posible que los emplazamientos de nuestras redes estuvieran a punto para el servicio.

Un día la principal inversora dijo que no invertía mas y nos dejo tirados como una colilla. Había que despedir a mucha gente y como no a mi me toco ir uno por uno diciendo a todo mi equipo que se acababa el trabajo y que todos teníamos que irnos, esta vez, sin precontrato que parara el golpe. Fue una masacre y muchos de ellos me pedían que constituyera una empresa que ellos se venían a trabajar conmigo. No pudo ser. Cada uno de aquellos hombres y mujeres son trabajadores y profesionales de primera línea, abogados y técnicos superiores. Ahora me gustaría saludarlos y hablar con ellos y ellas. Saber cómo les ha tratado el tiempo y la vida. Se merecen lo mejor.

Un tiempo después me encontraba trabajando en el departamento de recursos humanos de Auna, otra empresa de telecomunicaciones. Al poco de llegar, un ERE por el que había que despedir a bastantes empleados de las cableras de las comunidades autónomas. Me toco ir comunicando la inclusión en el ERE de bastantes compañeros. Una gestión inhumana viendo como estaba en aquello momentos el mercado laboral sin ninguna alternativa de encontrar trabajo y con un horizonte lleno de problemas laborales a cualquier nivel. Fue una escabechina. Y en recursos humanos la vivimos en primera persona con algunas bajas no por anunciadas no previstas. Cuando tenía que hablar con alguno de ellos se me hacia un nudo en la garganta. Les comunicaba su despido y no había otra alternativa. No conocía a casi ninguno porque eran de otras provincias pero yo si era el mismo en cada conversación.

En un momento determinado, aparecieron varios fondos que querían comprar la empresa. Se hicieron reuniones y cuando todos creíamos que sería vendida a un fondo que respetaba toda la estructura de la empresa, en el último momento apareció otra empresa de telecomunicaciones, ONO y nos compró. La tragedia volvía a planear sobre toda la plantilla. En unos meses empezó de nuevo la escabechina. Allí no iba a quedar nadie. En recursos humanos fui de los últimos en salir. Y fue una salida nada traumática. Me pasaron a una empresa de servicios con las mismas condiciones que tenía en ONO y ahí estuve hasta que a esa empresa la compró otra con mas plantilla y menos experiencia.

Fue el momento de decir adiós al mundo laboral. Mi edad me permitía jubilarme anticipadamente y no me encontraba con ganas de seguir luchando. Ya había tenido bastante. Me fui a recursos humanos de la nueva empresa les pedí que me arreglaran el despido. De esa forma ellos se quitaban a una persona de edad y yo por fin podía descansar.
Veo a veces en las películas como, cuando una persona que ha estado trabajando a lo largo de su vida cuarenta y nueve años y siete meses, se jubila, los compañeros le hacen algún regalo y recibe de ellos la consideración que merecen. No fue mi caso, pero he de decir que tampoco lo añoro. Los compañeros de viaje que he tenido en esas empresas se pueden contar con los dedos de una mano y me sobra alguno. Compañeros con mayúsculas. Personas en las que confiar muy pocas y de las otras a montones.

De todos los EREs que he vivido. unas veces como carne de cañón y otra como artillero, recuerdo caras amables, otras infames, alguna en particular miserable, pero me quedo con las de mis mujeres y hombres que formaban el equipo de emplazamientos de Alo, o con mis compañeras y compañeros de Auna.  En ONO a las personas de recursos humanos que vivimos hasta el último momento juntos el ERE.


Mi vida laboral toco a su fin, y me quedo con los buenos recuerdos para sentirme cada día mas humano. 

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